Argentina, uno de los mayores productores y exportadores agrícolas del mundo, puede ampliar el volumen de negocios para compensar la falta de existencias de trigo, maíz y derivados de soja y de girasol por la guerra en Ucrania, aunque depende de decisiones de política comercial del Gobierno de Alberto Fernández, así como del efecto de la sequía y del aumento en el costo de los fertilizantes.
“Las posibilidades de aumentar la producción de los bienes agrícolas existen, pero dependen, además de factores climáticos y económicos, de los incentivos que se definan a nivel político. En ese sentido, se plantean escenarios de cierta incertidumbre ante cambios recurrentes en las reglas de juego”, estima Guido D’Angelo, economista de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
Para desacoplar los precios internos -con una inflación del 52,3 % interanual- de la suba de los precios externos y elevar la recaudación impositiva, el Gobierno establece registros de exportación y derechos de exportación de productos agrícolas.
Los mercados que se abastecen del trigo ruso y ucraniano -un tercio del comercio global del cereal- se encuentran buscando orígenes alternativos y Argentina es el séptimo proveedor del trigo del mundo.
Pero el aporte argentino de trigo al mundo en el corto plazo “es muy escaso” porque el Gobierno estableció un volumen de 14,5 millones de toneladas de ventas externas para la campaña 2021/22 y ya se han comercializado unas 13,9 millones de toneladas -de las cuales el principal mercado es Brasil-, por lo que las ventas pendientes son unas 600 mil toneladas, según estima BCR, que podrían elevarse a 900 mil toneladas si se reabrieran los registros.
Es el producto de una cosecha récord para 2021/22 de 22,1 millones de toneladas de trigo.
El aporte a largo plazo comienza en diciembre de este año, con el trigo de la campaña 2022/23 que todavía no está sembrado, y si bien el gobierno argentino prevé otra cosecha récord, de 25 millones de toneladas, por ahora aprobó el registro de 10 millones de toneladas de exportación.
En la colocación de maíz, Rusia y Ucrania representan el 20 % de la oferta mundial y Argentina, como tercer exportador del mundo, tiene espacio para ofrecer más de su producción, pero también se encuentra condicionada por el máximo de ventas al exterior que estableció el Ministerio de Agricultura.
El volumen de maíz estipulado por el Estado es de 25 millones de toneladas de maíz y se han anotado ventas externas por 22,8 millones de toneladas, por lo que Argentina podría aportar al mundo cerca de 2 millones de toneladas adicionales en el corto plazo, según BCR.
Estima que podrían elevarse a 8 millones si se abrieran las ventas externas a un total de 33 millones de toneladas de maíz: “Argentina sólo podría aportarlos si el Ministerio de Agricultura abre el registro, pero no es algo que se pueda prever”, explicó D’Angelo.
La oportunidad se produce en el marco de una cosecha de maíz que comenzó este mes de 47,7 millones de toneladas.
Si bien la zona del Mar Negro no es un gran productor de soja, Argentina puede elevar las ventas de aceite de soja -del que es el primer exportador mundial y acaba de subir a 33 % los derechos de exportación- como sustituto imperfecto del aceite de girasol, un 80 % del cual surge de Ucrania y Rusia.
La suba del precio del aceite de girasol apuntala los precios del poroto de soja -del que Argentina es el tercer exportador mundial y espera cosechar 40 millones de toneladas- y sus derivados, lo que genera mayores ingresos de divisas al país.
También se abre para Argentina una oportunidad para 2023 en la producción de aceite de girasol, del que es el cuarto exportador mundial con 0,8 millones de toneladas y tiene capacidad de seguir creciendo, según BCR.
COSTOS Y SEQUÍA
“Un incremento de los precios de los productos que Argentina exporta redunda en mayores ingresos de dólares al país”, dijo D’Angelo, pero a la par sufre “un incremento elevadísimo de los insumos, como los fertilizantes, y de una muy fuerte sequía, que ha mermado la producción de granos gruesos, y este año enfrenta una perspectiva climática compleja”.
El impacto externo de costos proviene de que dos tercios de los fertilizantes que consume Argentina son importados, según BCR, en tanto el trigo y el maíz explican cerca del 70 % de la demanda de fertilizantes el país sudamericano.
La sequía es otro de los desafíos que enfrenta Argentina. Ya que el fenómeno de “La Niña”, que ya generó menor volumen de lluvias los últimos dos años, puede llegar a ser un factor negativo sobre la producción agrícola en 2022
Verónica Dalto – Columnista de la agencia española EFE – EL Día