Mitos y debates sobre los «agrotóxicos»: la mirada de un ingeniero agrónomo

José Jáuregui, ingeniero agrónomo y docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Litoral Esperanza, Santa Fe, sobre la producción con agroquímicos. ¿Se puede prescindir de ellos? ¿Qué pasa con el glifosato? ¿Hay estudios sobre la supuesta relación entre agroquímicos y el aumento de enfermedades?

APU: En las redes sociales, se publicó la campaña “Basta de venenos” en relación a los llamados “agrotóxicos”. Usted problematizó, también en redes, sobre muchos de los conceptos vertidos ahí. ¿Qué son los “agrotóxicos”?

José Jáuregui: Lo correcto es denominarlo agroquímico o bien producto fitosanitario. “Agrotóxico” es una palabra que de entrada tiene una connotación negativa e incluso no responde, necesariamente, a la realidad porque uno podría decir lo mismo para el caso de los productos domisanitarios, los comúnmente llamados de uso doméstico. Hablo de detergentes o diferentes productos que usamos para desinfectar el hogar. En ese caso no hablamos de “domitóxico” cuando son productos que se utilizan que tienen toxicidades mayores en muchos casos que los productos que se utilizan en el agro.

Entonces, el agroquímico es una sustancia o una mezcla, a veces de sustancias, cuya finalidad es controlar la acción de plagas agrícolas. Estas plagas pueden ser insectos, otras plantas, hongos, etc. También algunas se usan para regular el crecimiento de las plantas. En muchas flores que compramos se utilizan un montón de agroquímicos que son reguladores del crecimiento que permiten ese crecimiento exuberante de la flor. En otros casos se utilizan para proteger lo que es el deterioro. Cuando uno tiene alguna fruta o verdura fuera de estación, generalmente ha tenido algún tratamiento químico, que básicamente le permitió llegar a la mesa nuestra, en tiempo y forma.

APU: Un tema que siempre se hace es si se puede producir sin esos químicos.

JJ: Uno podría preguntarse si se puede producir sin agroquímicos y qué implicaría eso. El hombre, desde que dejó de ser nómade, empezó a conglomerarse en ciudades. Descubrió los cultivos, y también las plagas. De hecho, muchas de las civilizaciones antiguas han perecido, se han muerto, o han desaparecido en gran medida debido a plagas, enfermedades o problemas por sus cultivos. Con lo cual, empieza la relación con los químicos. Por ahí, se mete todo en la misma bolsa, se habla de DDT, por ejemplo, que es un producto que se usó en la Segunda Guerra Mundial y que era tremendamente tóxico, con innumerables efectos sobre la población. Pero no tienen nada que ver con los que se usan hoy.

Vuelvo a tu pregunta: ¿se puede producir sin químicos? La respuesta es que sí pero el costo es de un 30 a un 50% más. Hay evaluaciones científicas, esto no es información que doy yo, trabajos que se realizaron en diferentes partes del mundo y también en Argentina. Se hicieron evaluaciones de distintas producciones en forma convencional, utilizando agroquímicos y sin utilizar agroquímicos, lo que muchas veces se llama orgánico. La diferencia es abismal.

Pensemos hoy en un campo, que tuviéramos de 200 o 300 hectáreas de maíz o de trigo, si tuviéramos que contratar personal para desmalezar a mano, se necesitarían 200 o 300 personas para poder hacer una remoción o un tratamiento. Si uno tuviera que matar plagas utilizando por ahí métodos antiguos, necesitaríamos muchísima más gente. De hecho, si pensamos en el maíz, cuando se producen los híbridos de maíz, lo que es la semilla, se necesita una semilla padre y una madre.

Y eso hoy implica, en los campos donde se hace semilla de maíz, que haya 200 o 300 personas en un lote de 40 o 50 hectáreas desflorando el maíz para permitir que uno sea el macho y la otra la hembra. Ese nivel de intensificación de mano de obra es impensado hoy, en un mundo básicamente urbano. En relación a los costos, la producción orgánica produce menos, rinde menos. En Argentina, se estima que una canasta básica en base a productos orgánicos valdría tres veces más de lo que sale la canasta tradicional. También se vuelve hasta una cuestión medio elitista. ¿Qué persona puede acceder a una alimentación orgánica en un país donde tenemos niveles tan altos de pobreza, gente con tantas necesidades? Yo a veces pienso que hasta resulta irresponsable plantearlo.

Por supuesto, que está bueno discutirlo pero no olvidarnos dónde estamos parados y no olvidarnos las implicancias que tendría mañana salir a prohibir todos los agroquímicos. Es lo que hizo, Sri Lanka, hace poquito. Seis meses después tiene una crisis humanitaria enorme y tuvo que volver atrás. Por supuesto, pensemos alternativas pero prohibir de un día para el otro implicaría todo esto que digo: aumento de precios, 30% menos de producción, un montón de consecuencias de lo que implicaría no poder alimentar al mundo.

APU: Algo que suele denunciarse tiene que ver con la relación de los agroquímicos con un aumento de enfermedades (como cáncer) en zonas cercanas a su uso. También están las investigaciones históricas de Andrés Carrasco. ¿Cuál es tu visión sobre estos puntos? ¿Qué dice la ciencia, hay estudios e investigaciones sobre este tema?

JJ: Esta es la parte de la discusión donde necesitamos detenernos un poco más y pensar. Primero, aclarar que cuando uno habla de agroquímicos se mete dentro de una misma bolsa a un montón de productos pero los agroquímicos no son todos iguales. En ese sentido, Argentina sigue la clasificación toxicológica de productos que está establecida por la OMS. La OMS define parámetros de toxicidad dérmica y de toxicidad por ingestión, que establece cuántos gramos de un producto se tienen que ingerir para matar al 50% de una población testigo.

Por supuesto que nadie quiere matar a nadie pero así son los estudios de toxicidad. ¿Cuánto una población promedio tiene que comer del producto para poder morir? Y ahí hay una variabilidad enorme. Si se mira esa escala, esa escala va de 4, siendo 4 el menos nocivo, a 1A. Prácticamente todos los productos 1A y 1B están prohibidos en Argentina. Quedan muy poquitos 2 y algunos 3. La mayoría son 4. Cuatro son los que se conoce como “banda verde”.

APU: ¿En qué nivel está el glifosato?

JJ: Vamos a pensar en el glifosato, que es el agroquímico más utilizado en el agro argentino. El glifosato, para que hoy una persona se muera, si uno quisiera hacer el experimento nefasto, ¿cuánto glifosato tengo que tomar para morirme? Hay que tomarse un litro de glifosato. Lo mismo pasaría si alguien toma un litro de alcohol puro, o un litro de lavandina. Si me tomo un litro de un producto de limpieza del baño también me voy a morir. Hay que separar un poquito esa cuestión. Esto es en la intoxicación aguda. Entonces la discusión pasa a ser la toxicidad crónica, que es lo mismo que mencionó Soledad Barruti, diciendo que no hay estudios de toxicidad crónica. Eso es falso. No hay estudios en Argentina pero hay un estudio mundial, es el estudio más importante del mundo, que se llama el estudio de la salud agrícola. Es un estudio norteamericano, se hace con aplicadores del Estado de Ohio, en Carolina del Norte.

En el año 97 se inscribieron 57 mil aplicadores, que eran aplicadores de plaguicidas, que son las personas que necesariamente están más expuestas a los fitosanitarios. Hacen un seguimiento de toda esta gente, un seguimiento médico. En el año 2005 se publica el primer trabajo referente a un montón de agroquímicos, dentro de los cuales estaba el glifosato. No encuentran una relación entre el uso del glifosato y el cáncer. Siguen evaluando. En el año 2018 se publica un segundo trabajo: el tiempo medio de seguimiento de la gente estaba cerca de los 16 años. Con lo cual, si uno piensa en un estudio de toxicidad crónica, 16 años es un período muy amplio como para poder evaluar si hay alguna correlación, que no necesariamente es una relación causal. De vuelta, no encuentran una relación. Este es el trabajo más extenso del mundo, hay otros de seguimiento también, casi todos dicen lo mismo. Sí encuentran algunas relaciones con otros productos que son de más toxicidad. Ahí aparecen algunos insecticidas, pero no el glifosato.

Esto es lo que dice la ciencia. Después uno puede hablar desde la emoción, desde la sensación, desde casos puntuales, donde por supuesto, estamos apelando a la emoción y a situaciones muy tristes, pero la ciencia hoy indica esto. Lamentablemente en Argentina, y esto es llamativo e incluso es un llamado a la reflexión, no tenemos informes de largo plazo sobre el uso de fitosanitarios. Necesitamos esa información para seguir corroborando. Entonces, el desafío es seguir investigando, generar información local y también poder saldar esta deuda con la sociedad que nos exige “vos trabajás en un sector que aplica estos productos ¿son seguros?”. La evidencia internacional dice que sí, ¿tenemos evidencia local? No, hay que generarla.

APU: Como tema sensible está el caso de Fabián Tomasi, que murió a causa de lo que le produjo la exposición a fumigaciones. ¿Dirías que es un caso que no tiene que ver con prácticas habituales en el campo?

JJ: Soy muy cauto en qué decir sobre eso. No me atrevo a decir que es un caso puntual. Creo que ahí hubo negligencia. Cuando se produce la muerte de esta persona, te mueve un poco el piso, porque vos venís y decís: “¿Qué pasó acá?”. Cuando se lee un poquito las declaraciones que él hace, además de que te pone la piel de gallina porque es muy duro el testimonio que él da, dentro de sus declaraciones él habla de un montón de productos. Por ahí se ha hecho foco en el glifosato, y no por defender un producto, sino por defender un grupo de productos que no tienen efecto nocivo para la salud. Se habla en un momento incluso del DDT, se habla de metamidofos.

El metamidofos es un producto, hablábamos de 4 a 1 en la escala, es uno esa sustancia, muy tóxcia. El metamidofos es cien veces más tóxico que el glifosato. Entonces, uno se queda como shockeado, por varias razones. El hombre dijo que no usaba ninguna protección para manipular productos. Eso es una falla doble, es una falla del sistema, no hay un control.

Ahora ¿cómo controlás? Cuando se piensa en el universo de lo que es el agro, cómo se controla campo por campo para que el productor le dé los elementos de trabajo al operario y el operario efectivamente los use. Y se vuelve una cuestión de regulación y de un tema cultural. A mí me tocó y tuve la suerte de vivir en otros países, nadie discute la regla. Si alguien va a aplicar un agroquímico, se tiene que poner un mameluco, una máscara, guantes, zapatos especiales. Nadie va a aplicar, aún glifosato, sin ponerse los elementos de protección.

Está prohibido y no porque alguien controle sino porque la sociedad en su conjunto acepta que esa es la norma y eso es lo que hay que hacer. Entonces acá, y lo digo porque me ha pasado en algún campo, que se ve a veces al productor mismo manipulando al producto con la mano y vos te ponés guantes y barbijo y miran como diciendo “¿qué hacés?”. Creo que es un caso trágico. No es la norma pero pasa y pasa mucho. Otro caso, yo estudié en La Plata, y a veces visitábamos el cinturón hortícola.

Diría que pasa mucho más en sistemas hortícolas que en sistemas extensivos. En sistemas hortícolas se utilizan productos mucho más complicados. En un momento se usaba bromuro de metilo, es un producto letal, es un gas que no tiene olor. Y se usaba bromuro de metilo para meterlo dentro de bolsas; mucha de la producción hortícola se hace dentro de bolsas que están en el suelo. Y para esterilizar el suelo se usaba bromuro de metilo, que está prohibido. Me tocó hablar con una persona que tenía 40 años y me impresionó, parecía un tipo de 70 años, se había intoxicado con bromuro de metilo. No se murió de casualidad.

¿Cómo puede haber pasado eso? Pasa porque tenemos pocas regulaciones, porque tenemos todavía productos que están prohibidos pero se siguen utilizando y porque tenemos una cultura del no respeto de la norma, que no es solamente en el agro. Otra cosa que él cuenta (por Fabián Tomassi) es que era un banderillero y contaba que se ponía con una bandera a marcar un campo para ver dónde aplicar. Eso no existe más, de hecho, no debería haber existido.

Hoy en día, se hace con satélite, hoy el aplicador va a aplicar cuando no hay nadie, hay un montón de tecnologías que permiten reducir el uso de agroquímicos, hay máquinas que no se prenden si el viento excede los 15 km por hora directamente, porque tiene una central metereológica que dice que si hay más de 15 km por hora hay deriva del producto, no se puede prender la máquina. Pero de vuelta, es el compromiso también de una parte de la sociedad de no transgredir la norma. Eso lamentablemente, a veces pasa.

APU: Sobre las fumigaciones con avionetas.¿Es una práctica para qué tipo de cultivo? ¿Se usa mucho? ¿Qué pasa con las poblaciones cercanas?

JJ: Las aplicaciones aéreas se usan en algunos cultivos. La aplicación aérea, parece contraintuitivo, pero a veces es más segura que la aplicación tradicional. Es una profesión de altísimo riesgo, tienen que volar muy bajo pero la forma en que tienen de aplicar y la manera tiene muy poca deriva. Usan una gota muy muy finita, entonces la deriva que hay y en el momento en que aplican hacen que quede ahí en el cultivo. No es una práctica tan difundida, se puede usar en cualquier cultivo: se puede usar en maíz, en soja, pero generalmente se usa por alguna cuestión puntual o en lotes de difícil acceso cuando no se puede ingresar con las máquinas entonces se manda el avión.

La verdad es que no hay tantos aviones dando vueltas, yo ando mucho por el campo y generalmente se ve mucho más las tradicionales, las que se llaman mosquitos, que son las máquinas que tienen las alas y andan por el campo. Pero la regulación y la norma hoy existen. La norma es clara. Las buenas prácticas existen. El problema es que por ejemplo un tipo que sale a aplicar con 30 km por hora de viento, la norma te indica que no lo hagas. No hay una ley que diga que es un delincuente. De hecho, al mismo productor no le conviene que le apliquen así un producto porque se deriva para cualquier lado.

APU: ¿En el agro estos temas se debaten?

JJ: El agro en su conjunto está trabajando en lo que son buenas prácticas. Si vamos a países desarrollados están aplicando a 20 metros de una casa. Ahora, no se va a sentir olor al producto químico porque la aplicación se hace en el momento exacto, con la gota del tamaño exacto para que no haya deriva, sin viento, sin temperatura alta. Entonces, hoy hay muchos productores que lo están implementando y otros no. El desafío del sector es ese, profundizar las buenas prácticas. Decir ¿tenemos las herramientas? Sí. ¿Podemos mejorarlo? Sí. Bueno, hagámoslo. Es difícil pensar una norma externa, que venga alguien a regularte. ¿Cómo se controlan todas las máquinas pulverizadoras que andan por todo el país? Entonces tiene mucho que ver con la conciencia propia y también con la lógica.

Si se pagó un producto, y lo quieren aplicar en un campo: ¿qué sentido tiene que venga el aplicador, que generalmente es una empresa tercerizada que quiere hacer más hectáreas y entonces anda rápido, y disperse tu producto? Ninguno. Pero todavía hoy pasa. Eso hay que trabajarlo.

APU: Lo que dicen en la campaña que comentábamos al principio es que en Argentina se usan más agroquímicos que en otros países. También, que se utilizan productos prohibidos en otros lados. ¿Es así?

JJ: No. En realidad, si se miran los datos públicos de la FAO, que mide el uso de fitosanitarios en kilogramos por hectárea. Argentina, hoy por hoy, está en el puesto 31. Uruguay está en el puesto 29 por ejemplo, usa más que nosotros. Chile y Brasil también. Italia, Bélgica, Nueva Zelanda, Holanda, Japón, Corea del Sur, China, Taiwán. Son todos países que usan más que nosotros. Entonces, eso ya es falso. A mí me preocupa eso. Hoy ya no importa el dato, importa la percepción o el sentimiento. Es preocupante. El dato es ese.

Después en términos de la toxicidad y la prohibición de agroquímicos, la realidad es que Argentina tiene un sistema bastante alineado al resto de los países del mundo. La Unión Europea es una de las regiones más estrictas en el uso de agroquímicos pero no hay que perder de vista que la Unión Europea prohíbe agroquímicos porque compra productos de países que los siguen usando. Entonces, hay una cuestión casi diría mediática, como que la Unión Europea en algunos casos ha cedido a la percepción, a esto que nos pasa hoy, a la percepción de la gente que dice “esto es malo, yo quiero sin agroquímicos”. Sin embargo, la demanda de nuestros productos muchas veces van a la Unión Europea. Hoy por hoy, hay una evolución muy rápida y muy fuerte hacia productos de banda verde. Banda verde son productos de muy baja toxicidad.

Si agarramos un repelente de mosquitos, de los verdes de larga duración, dice que es clase 3. Si agarramos un bidón de glifosato dice clase 4. Clase 3 es más tóxico que clase 4. Sin embargo, no tenemos mucha duda si andamos por el campo en ponernos “Off”, entre otras cosas, porque tenemos dengue o zica. Entonces, hay que ser un poco más cauto. Hoy por hoy, la evidencia científica dice que es seguro usar glifosato con todas las precauciones de las que hablamos: los trajes de protección, la buena aplicación, las buenas prácticas en general. Todo eso permite que el riesgo de intoxicación aguda y crónica sea bajísimo. Yo creo que hay que profundizar eso

Enrique de la Calle – https://www.enorsai.com.ar/politica/35052-mitos-y-debates-sobre-los-agrotoxicos–la-mirada-de-un-ingeniero-agronomo.html