Durante décadas las empresas mineras fueron un blanco perfecto para los activistas anti-minería. Los impactos ambientales y sociales de la extracción de minerales brindaron una gran oportunidad a los grupos opositores mientras los argumentos de la industria sobre los grandes beneficios que llevaba a los países anfitriones tropezaban con un fuerte escepticismo.
Ahora, mientras el sector recibe aire fresco con los altos precios de los commodities, se encuentra ante un conjunto de fuerzas sociales que prometen un ataque más fuerte, aunque tal vez uno que podría mejorar las credenciales de la industria en términos ambientales, sociales y de gobierno.
En primer lugar está la violenta reacción contra el discurso que tiene la industria sobre los materiales “buenos para el clima”. Como se estima que la transición energética aumentará la demanda de materiales clave para una infraestructura de energía limpia — como el cobre, el cobalto y el litio –muchas mineras aprovechan para hacer gala de las credenciales verdes de esos tres minerales. Pero eso mismo hizo que los críticos de la industria redoblaran el ataque.
En marzo, por ejemplo, War on Want publicó un análisis donde explica que la extracción de esos minerales podría generar grandes destrucciones y abusos a los derechos humanos.
En abril, un estudio respaldado por Earthworks pedía aumentar el reciclaje para reducir la necesidad de extraer esos materiales. Los activistas del clima, que por lo general atacan a la industria energética, ahora dirigen su atención hacia las industrias que consumen grandes cantidades de energía, como la minería, que es responsible de 4 a 7%de las emisiones de gases de invernadero, según algunos cálculos.
En segundo lugar, los activistas centran su interés en el consumo de minerales de las industrias. Los impactos ambientales que genera la extracción de los metales usados en dispositivos digitales se han convertido en gran tema de campaña contra los grupos tecnológicos. Consideran que las mineras alimentan a la bestia del consumismo exagerado capitalista.
La angustia de la pandemia
El tercer desafío que afronta el sector minero se encuentra en las grandes angustias de la gente sobre el estado de la sociedad en situación de pandemia. Ya sea que esas angustias se relacionen con la desigualdad, con el daño al medio ambiente o con la violación de derechos laborales o de minorías, hoy la sociedad le hace frente a las empresas poderosas cuando considera que actúan mal. Y en eso, los grandes grupos mineros van a la cabeza.
Por lo general, sus operaciones son enormes, están ubicadas en lugares remotos y generalmente poblados por grupos minoritarios. El CEO de Rio Tinto tuvo que abandonar su puesto a fines del año pasado cuando la compañía destruyó un lugar sagrado de los aborígenes en Australia para permitir la expansión de la mina.
Ahora los ejecutivos mineros de todo el mundo andan con pie de plomo, sabiendo que una posible transgresión les puede explotar en la cara en este contexto social tan sensibilizado.
En este activismo anti-minería algunas campañas están basadas en evidencia pura. Otras, en cambio son ideológicas y están flojas de papeles. Pero ahora, mucho más que lo que ocurrió con olas anteriores de activismso social, la tendencia tiene la posibilidad de refundar el modelo de negocios de las mineras, algo que plantea oportunidades y riesgos.
En el pasado el impacto del activismo era algo limitado: las campañas podían motivar algunos titulares negativos para las compañías y agitar la oposición local. Pero no mucho más.
Ahora, los activistas tienen un poder mayor que puede afectar los resultados comerciales de las mineras debido a dos cambios recientes: la proliferación de compromisos de los grandes inversores, que son sensibles a las campañas de los activistas y muchas veces deciden respaldar solamente a las compañías con buen desempeño ESG; y la creciente sensibilidad de los industriales compradores de metales — como las empresas automotrices y de tecnología — al daño reputacional que podrían provocar sus provedores si son atacados.
Ya se observa que algunas mineras están modificando sus modelos de negocios. Algunas buscan reconfigurar sus carteras y tratan de comprar activos con menor uso de agua o menor emisión directa de gases de invernadero.
Otras, comienzan a trabajar con sus clientes para crear proyectos conjuntos y certificar que sus minerales son extraídos responsablemente o para que las ayuden a reciclar los metales que usan. El denominador común es ESG como una ruta hacia la construcción de fuertes relaciones con los clientes e inversores y no como una forma de minimizar las críticas. Es una evolución en el pensamiento de una industria que tiene mucho por mejorar
– Revista Mercado