Resulta difícil explicar por qué los argentinos no aprovechamos una de nuestras principales riquezas. La que se da en la otra mitad de nuestra geografía. La Suecia del hierro, la Alemania del carbón, los EE.UU. del oro, el México de la plata, Chile y Perú con cobre. Canadá, Australia, Inglaterra, Francia y Alemania no serían lo que son si no hubiesen aprovechado los minerales valiosos que la naturaleza les concedió.
Nuestro extenso territorio y la inmigración forjaron lo que somos. Desde el desembarco de 1492 se puso proa tras la riqueza mineral. Pero no fue tan simple obtenerla. Las pampas eran ventajosas para agricultura y ganadería: pan, carne y leche hartaban, ¿para qué más?
En el siglo pasado, como respuesta a las hambrunas sobrevinientes en una Europa arrasada por conflictos bélicos, los barcos que llevaban alimentos al viejo mundo volvían repletos de españoles, italianos, alemanes, sirios, libaneses y centro europeos; aspiraban paz y poder comer.
Esa esencia de nuestras pampas fue molde cultural. Se poblaron lugares en los que con poco se alcanzaba pronto esa primera pretensión. Bastó para suponer que residíamos en un país poderoso, así nos enseñan desde niños en el ciclo escolar. Ahí nace la paradoja que sellará a fuego nuestra existencia, a la que aún no encuentra respuestas. Fracasos repetidos hicieron que riqueza y pobreza habiten por igual.
A la aptitud natural para la producción de alimentos le siguió una mirada política que priorizó esos intereses. El crédito de la Nación, las leyes del Congreso, las decisiones ejecutivas sobre infraestructuras (puertos, caminos, ferrocarril, energía eléctrica) fueron asumidas con ese fin. La mayoría de los dirigentes políticos son fruto de esa visión. Expertos en el monosector, cuando se les pregunta por otros, responden despreocupados por la verdad. Desatención que es origen de nuestra incapacidad para remontar una decadencia de 70 años sin red.
¿Qué respondemos frente a un Chile que exportó el año pasado 36.281 millones de dólares en cobre, y nosotros sumando a los complejos sojeros, trigueros y al maíz apenas 24.310 M USD? ¿Seguiremos irreflexivos ante nuestra riqueza mineral, disponiendo un potencial mayor al del país trasandino? ¿Sin comprender que el mundo y nosotros mismos necesitamos y dependemos cada vez más de los metales? ¿No leemos ni escuchamos que por su importancia estratégica para la vida, los países más avanzados comenzaron a explorar el fondo marino y las misiones espaciales ya analizan el suelo de otros planetas buscándolos para en un futuro poder sobrevivir?
La minería sustentable no es otra que la que sitúa en el mismo nivel de importancia al desarrollo económico, al cuidado ambiental y a la construcción de justicia social en la región de los emprendimientos. Así lo hacen los países de mejor gestión ambiental del planeta. Por otra parte, las leyes vigentes en nuestro país y en las provincias así lo exigen.
El auto eléctrico y las últimas tecnologías de almacenaje y entrega de energías piden litio y nosotros lo podemos producir. La Puna jujeña, salteña y catamarqueña vive una verdadera revolución. Los compatriotas coyas ya pueden mandar a sus hijos a una universidad, acceder a uno de los mejores salarios del país, algunos incluso pudieron convertirse en empresarios. Desarrollan otras producciones y ofrecen nuevos servicios en la Argentina que está a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. El COVID-19 nos hace repensar la estrategia para seguir anclando inversiones en litio, lo que iba a suceder en el 2023 sucedió ya, la oferta superó a la demanda: son tiempos de mirar con inteligencia la competitividad ante la ruptura de la burbuja en que se encontraban los precios del carbonato de litio grado batería.
Después de 20 años empresas de Japón volvieron al país interesadas en invertir en la industria minera. China consume el 48% de los 23,5 millones de toneladas de cobre fino que se demandan por año, requerimiento que después de la pandemia volverá a un ritmo de unas 500.000 toneladas adicionales por año. Los especialistas vaticinaban que hasta el 2025 los requerimientos superarían la producción.
Argentina podría ingresar con un millón de toneladas anuales a abastecer las necesidades globales del rojo mineral. Serían inversiones por más de USD 15.000 millones en ocho yacimientos que las pueden producir en San Juan, Catamarca, Salta y Mendoza. Ingresos por exportaciones de unos USD 8.500 millones, todos los años durante 30 años. Otros 30.000 empleos de calidad en forma directa e indirecta y miles de nuevas pymes con sus innovaciones y requerimientos tecnológicos proyectando demandas más allá de la propia operación.
Si a las inversiones del cobre y del litio le sumamos las inversiones necesarias para poner en marcha los 11 proyectos más avanzados del mineral más deseado; y las de la plata, donde en Chubut una inversión de USD 1.000 millones está lista y espera para desarrollar un proyecto de clase mundial; la industria minera sustentable puede aportarnos buena parte de las divisas que necesita nuestra economía para fortalecerse y dejar de depender.
Puede lograr también que Argentina sea Argentina. La que soñaron generaciones que a pesar de sus esfuerzos no llegaron a contemplar. Pues no resultó gratis la carencia de liderazgos políticos, abrazar desconocimientos, consentir mentiras y no valernos de nuestra riqueza mineral. Necesitamos promover un cambio cultural anclado en un nuevo aprendizaje tras el COVID-19, sobre el valor de la ciencia y la verdad para nuestras vidas. No hay otros caminos. La desesperación de cientos de miles de familias de compatriotas sumidos en miserias, niños desnutridos sin saber ni entender el porqué. A muchos de nosotros la conciencia nos interpela sin dejarnos mirar a un costado y comenzar.
Ing. Mario Osvaldo Capello
Diputado Nacional MC
xsubsecretario Minería de la Nación
– El Ancasti