Hierro Indio: viaje al sueño mineral de los malargüinos

Los Andes visitó el viejo yacimiento que una empresa busca volver a poner en producción

Damián Araya (29) no necesita de una oratoria perfeccionada, ni una extensa alocución para expresar de manera sólida cuál es su pensamiento más íntimo: “Si, que empiece de una vez”. Fue una respuesta simple y categórica a una pregunta de si quería que se reabra Hierro Indio.
El proyecto minero que se ubica en Malargüe está a un paso de volver a ponerse en marcha. Todo está dispuesto para que el martes la Legislatura le dé luz verde a la empresa Hierro Indio S.A. para que comience con la etapa de exploración. Es el primer proyecto que se aprueba desde el visto bueno a Sierra Pintada en la década del ‘70.
Esa sola fase del proyecto, mantiene ansiosos a los pobladores y despierta la ilusión de cambiar, en un futuro no muy lejano, este presente que está signado por la crisis laboral en el departamento más austral de Mendoza.
La mina se encuentra a unos 70 kilómetros al noroeste de la ciudad cabecera de Malargüe, en plena cordillera.
En la memoria
Damián es el guía que lleva a diario Los Andes por las tierras en las que creció y escuchó las historias de su abuelo, que supo trabajar en los años dorados en que operó la mina, y todavía están sus padres, tíos y hasta el padrino, todos dedicados a la cría de animales.
Hay que hacer uno 50 kilómetros desde Malargüe por la ruta 40 hasta el sitio elegido para ingresar al campo, es por la zona de Laguna Blanca.
En los alrededores hay canteras de yeso en producción por lo que una parte del sendero está en muy buenas condiciones, hasta el puesto Arroyo Colorado.
La segunda parada es el puesto Cañada Las Ovejas donde vive Benedicto Muñoz (54), el tío de Damián.
A partir de ese punto el camino se transforma en una estrella huella que va bordeando la montaña y se distingue a duras penas gracias al material rocoso que la cubre. A un costado, se eleva la ladera de la montaña, hacia el otro, el vacío.
Las tareas en la mina se remontan a 1935 cuando otorgaron la primera concesión hasta 1973, cuando paró la producción. Entre 2004 y 2005 volvieron a trabajar pero no fue una reapertura sino que se limitaron retirar el material que extrajeron décadas atrás y quedó esparcido en el lugar.
En esos años Gerardo Muñoz (52), otro de los tíos de Damián, trabajó en la mina y así como está acostumbrado a recorrer el territorio a diario, da fe de las dificultades del sendero al punto tal que elegía caminar antes que descender con el camión.
“Cargábamos el camión a mano, era un Ford, pero después cuando bajaba por las dudas nosotros volvíamos a pie”, recordó entre risas.
“Manejaba don Bravo, había que andar por ahí con el chasis cargado hasta arriba. El resto preferíamos bajar caminando y de paso le sacábamos las piedras del camino”, agregó y volvió a reír.
Desde la ruta 40, son unos 27 kilómetros cuesta arriba en medio de un paisaje que se alza imponente.
Víctor Andrade (39,) y el concejal Martín Palma, uno fue el conductor y el edil hizo las veces de anfitrión de la expedición, no hicieron más que poner un pie en la cima y preparar los celulares para capturar la belleza que deleita la vista.
En los alrededores de la montaña están los restos de lo que alguna vez fueron las canteras de las que extrajeron el mineral. Reforzado por las rocas que están en la boca de un color que lo dice todo: completamente negro.
Damián iba y venía, subía y bajaba la ladera, miraba fijamente y hasta escarbó con las manos. Buscaba algo y lo encontró “ahí está”, dijo, y señaló con su mano derecha un agujero en la roca cubierto por el material erosionado por el viento. Era la entrada de lo que alguna vez fue una de las galerías que se adentraban en la montaña.
“Por lo que me contaron, (los parientes) esas galerías no eran muy profundas pero había dos o tres”, contó.
Entre la inmensidad de la cordillera, se extiende un valle que va uniendo el cordón montañoso y a lo lejos se puede divisar un hilo de agua que en su recorrido nutrirá al arroyo Los Colorados y lo que queda del antiguo campamento minero.
Una casilla de madera de unos 20 metros cuadrados que el viento aún no derrumbó, como si lo hizo con otras dos que estaban a la par.
En la época de oro de Hierro Indio llegaron a extraer de 30 a 60 toneladas diarias. La estimación, tomando como base la producción de hace 40 años, es extraer 100.000 toneladas por año de hierro lo que permitiría cubrir la tercera parte del mineral que importa Argentina.
Una nueva oportunidad
Damián Araya está ansioso por el inicio de las operaciones. Después de vivir años en el campo, bajó a la ciudad y se las rebusca como puede. Su último trabajo fue en el inverno como remisero. “Vivo en pareja y pago alquiler pero todo está muy difícil. Tengo la esperanza de trabajar en la mina”, aseguró.
Don Gerardo Muñoz también espera “ganar unos pesos” trabajando en Hierro Indio. “Si quiero trabajar, necesito un ingreso más, la cría de animales está complicada, hay mucha sequía”, comentó.
Víctor Andrade dejó la policía en 2018 después de 17 años prestando servicios. Abandonó la fuerza para poner en marcha la empresa de servicios para el sector petrolero. Está tapado de trabajo y su futuro no está atado a la reapertura de la mina, pero está convencido que “esto va a ser bueno para todos, todo emprendimiento es bueno y hay que hacerlo con responsabilidad”.
El concejal Martín Palma es la mano derecha del intendente electo Juan Manuel Ojeda. El edil radical afirmó que “por un lado la desocupación en Malargüe es muy alta, lamentablemente, pero a su vez somos la reserva de Mendoza, tenemos petróleo, minerales, es necesario que este gigante dormido se despierte”

Por Gonzalo Villatoro – gvillatoro@losandes.com.ar – LOS ANDES