Tres conocidos encuestadores y una pregunta clave: ¿por qué erraron tanto sus pronósticos?

Mariel Fornoni (Management & Fit), Alejandro Catterberg (Poliarquía) y Juan Germano (Isonomía) participaron de un panel organizado por IDEA.

Los encuestadores Mariel Fornoni, Juan Germano y Alejandro Catterberg en la semana del Management organizada por IDEA.

Antes, durante y después de la elección del 11 de agosto, los encuestadores ocuparon un lugar central en los medios. Primero por sus predicciones. Luego, por esos mismos pronósticos ajustados mientras se desarrollaba el comicio. Y al final, por las críticas que recibieron por sus vaticinios errados. Como analizó Clarín durante la noche de las PASO, ningún encuestador predijo una brecha tan grande a favor de Alberto Fernández.

En el marco de la «Semana del Management», organizada por IDEA en la Usina del Arte, este miércoles se armó un panel con tres de los encuestadores más reconocidos del país: Mariel Fornoni, de Management & Fit; Alejandro Catterberg, de Poliarquía; y Juan Germano, de Isonomía. Son las caras visibles de tres de las consultoras que habían pronosticado un resultado mucho más ajustado para la presidencial.

Management & Fit mide para oficialismo y oposición, y es la firma que publica un sondeo semanal en Clarín sobre la gestión de Macri. Poliarquía e Isonomía son dos de las encuestadoras más consultadas por el Gobierno nacional.

En el encuentro de este miércoles, los tres analistas respondieron sobre la pregunta clave: ¿por qué erraron tanto sus pronósticos en las primarias? Aquí, un resumen de los más destacado de cada uno:

«No hubo un solo factor. Es cierto que no trabajamos como hace 10 años y la metodología cambió. Quizá se ha sobreutliizado el sistema telefónico por un tema de costos y por un tema de celeridad. Pasan tantos eventos en Argentina, que cuando uno termina de tomar una muestra, eso ya quedó viejo».

«En esta elección pasó algo particular. Nosotros trabajamos en Córdoba y Santa Fe, y nuestros pronósticos para gobernador fueron prácticamente exactos. Y sin embargo, con mismas muestras y metodologías, para la presidencial erramos».

«En nuestro caso, sobrestimamos el voto de Macri en 6 puntos y subestimamos el de Alberto Fernández en 6,5. Así, lo que creímos que iba a ser dos puntos de diferencia terminó en cerca de 15».

«Hubo un voto cruzado que no percibimos. El resto sacó dentro de lo que iba a sacar. Pero hubo gente que dijo que iba a votar a Macri y evidentemente votó a Alberto Fernández. Quizá producto de cambios en últimos 15 días. Nosotros publicamos el último sondeo 8 días antes de la elección y el relevamiento ya tenía una semana de antelación. Puede haber habido un cambio en los últimos días. También puede ser gente que haya dicho una cosa e hizo otra. O gente que no haya dicho lo que iba a hacer y no quiso contestar la encuesta. Y ese voto nos quedó mal calibrado».

«Estamos todos replanteándonos lo que viene para adelante. Profundizar la medición presencial. Y pasa algo particular: pese a los pronósticos errados, dos días después de la elección, los periodistas y gente de empresas e inversores nos preguntan: ¿qué esperan de lo que viene? Es decir, hay una necesidad de esa información que evidentemente no es fácil reemplazarla con otra cosa».

«Este es el error más grande de la historia de la encuestología en la Argentina. Nunca en el pasado hemos visto algo así. La credibilidad nuestra como analistas políticos está en juego. La gente puede decir: qué capacidad tiene de analizar lo que está pasando cuando hace 15 días estaban analizando algo distinto…».

«Nosotros tenemos doble rol: somos encuestadores y analistas políticos. Es como un doctor que pide una tomografía y en base a la tomografía hace un diagnóstico. Si la tomografía está mal, el diagnóstico que va a hacer está mal. ¿Por qué esa tomografía estaba mal y cuál es la tesis de lo que ocurrió?»

«Hay cuestiones metodológicas que pueden explicar un punto más para acá o para allá. Pero cuando hay algo sistémico de esta envergadura, para mí es algo que tiene que tener una caracterización sociológica. No puede ser metodológico. Te aseguro que nosotros sabemos hacer una muestra, Y la encuesta es estadística, es matemática. Lo que diseñamos en un escritorio, no falla en la teoría, falla en la práctica. El problema es lo que diseñamos en el escritorio y cómo lo llevamos a la práctica».

«Cuando lo llevamos a la práctica nos encontramos cada vez con más desafíos. ¿Cuál es el principal y qué ocurre en todo el mundo? Las tasas de participación caen. Por dos fenómenos: porque la gente participa menos (antes no había tantas y la gente se cansa y te dice «no me rompas más») y porque baja el alcance que podemos tener de esa gente. En lo que va del año, entre el 10 y el 15% de la gente dio de baja su teléfono fijo. Y eso pasa crecientemente».

«Para darles un número: las encuestas domiciliarias, nos responde el 50%. En las telefónicas con operadores, entre el 30% y el 40%. Y en las de IVR, que son las automáticas, cada 100 llamados, responden entre 3 y 5. Entonces, al final del día, lo que hacemos los encuestadores en todo el mundo es rezar que el 50%, 60% o 95% que no nos responde en una encuesta se comporten parecido a los que sí respondieron».

«¿Cuál es mi hipótesis de por qué hubo una cuestión sistémica? Claramente una diferencia tan amplia se tiene que explicar por los que no respondieron las encuestas, los que no quisieron participar; los que estaban descontentos con el Gobierno de Macri pero tampoco estaban muy convencidos de votar al kirchnerismo, esos participaron menos, y eso tiene que haber generado un sesgo muy grande».

«Para terminar, creo que hay lecciones para aprender: esto no se arregla con big data, con ‘sigo un millón de cuentas en redes sociales, y tengo un algoritmo que me permite predecir qué va a pasar…’ Con esto hay que volver a las bases. Esto es estadística. Hay que hacer que lo que nosotros diseñamos en un escritorio lo podamos cumplir en las calles. Eso es más plata, más recursos, y subir las tasas de respuesta. Esa creo que es la respuesta metodológica».

«Cuando nosotros hacemos un estudio cualitativo le pagamos a la gente. Cuando hacemos una encuesta cuantitativa, como la electoral, no. Tal vez tendremos que empezar a incentivarlos. No a cualquiera que paramos en la calle. Armamos nuestra muestra, elegimos esa manzana, elegimos ese hogar y le decimos: ‘Mire, por darnos 15 minutos de su tiempo le vamos a retribuir de alguna forma'».

«También hay lecciones para el periodismo: ‘Déjense de hinchar con las encuestas. Puede generar un click pero alteran el escenario electoral. Cuando tienen a un candidato, le dicen ‘las encuestas dicen tal cosa’. Preguntale qué va a hacer. Y también es una lección para los inversores. Para los más especulativos, sobre todo. Ya pasó en otros países. Me refiero al inversor especulativo que está esperando ver qué pasa el lunes siguiente a las PASO, en base a lo que decimos nosotros».

«Esto tiene que ver con un fenómeno global. No fue una conspiración de encuestadores. Tiene que ver con una dificultad de las funciones que tiene la encuesta -independiente de la metodología-, que por un lado es entender a la opinión pública; y por el otro, cuando vas llegando al final del camino, predecir».

«Me parece que en este caso, las dos patas de esta función estuvieron en crisis. Lo que normalmente ocurre es que la que está más en crisis en el mundo es la parte de predecir; estaría bueno que empiecen a ocupar menos lugar. Cuanto más lugar ocupan las encuestas, menos ocupan las ideas. Todos tenemos que plantearnos desde dónde las tomamos y qué rol les otorgamos».

«¿Por qué se da este fenómeno en el mundo? Tenés una revolución tecnológica, una revolución en los ciudadanos, en donde muchas de las variables que nos explicaron históricamente no nos explican más. También te pasa con la misma oferta electoral. Los saltos que vos tenés en términos políticos, de actores que era impensado que se junten hace 10 minutos, también te genera saltos en el electores. Todo esto lo digo con el dolor personal de no haber visto la dinámica de la elección».

«Tuvimos errores muy grandes en el interior del país. Lo más extraño es que habíamos tenidos elecciones previas, que nos permitieron ir testeando metodologías, muestras. Lo increíble fue que encuestas con la misma metodología y la misma muestra, fueron correctas cómo leyeron la dinámica provincial, pero cuando medimos las nacionales hubo errores gigantescos».

«Había indecisos con una enorme tensión: enojo o crítica en función de su metro cuadrado, cómo estaba su economía: y eso convivía también con un fuerte rechazo a esta idea básicamente de votar a Cristina. Evidentemente ese enojo con la economía, con el presente, fue mucho más fuerte».

«El otro tema es, como decía Alejandro (por Catterberg), que cuando uno toma una muestra asume que los que te quedan afuera se comportan como los que tenés en la muestra. Esto no pasó. Pero además, adentro de segmentaciones que se suelen comportar parecido, en esta elección vimos comportamientos muy disímiles. Ejemplo cuando uno hace segmentaciones de jóvenes. Agarramos de 16 a 25 años, pero cuando uno mira de 16 a 18, empezó a parecerse muy poco a los de 23 a 25. Empiezan adentro a tener comportamientos distintos».

«Por eso es necesario ir a una híper segmentación. Evidentemente no hay fórmulas mágicas. Porque por más que vos sumes millones de datos de tuits. eso tampoco predijo muy bien. La encuesta no es un oráculo. Y el lugar de las encuestas tienen que ser menos relevante. Que en campaña el candidato explique lo que va a hacer y el elector esté más informado».

EDUARDO PALADINI – cl