«Muchas encuestas electorales son como las morcillas: muy buenas hasta que uno ve cómo las hacen», reza un dicho muy escuchado en los ambientes políticos. Lo cierto es que el resultado electoral de ayer dejó en evidencia que los pronósticos volvieron a fallar, pero esta vez de manera catastrófica. De los 19 sondeos que se divulgaron días antes de que arrancara la veda que prohibía su difusión pública (el 3 de agosto pasado), 18 daban ganador a Alberto Fernández, pero la mayoría establecía una estrecha diferencia ante Mauricio Macri que promediaba los 3 puntos cuando esa brecha ayer terminó siendo en realidad de 15 puntos. Los 3 puntos entran en lo que se conoce como margen de error, con lo cual la mayoría de los medios porteños hablaba días previos a la jornada electoral de un virtual empate técnico, de una pelea voto a voto. Todas, pero todas estas encuestadoras protagonizaron ayer un verdadero papelón.
Incluso hubo una, la confeccionada por la brasileña Ideaia Big Data que mide para la agencia Bloomberg (vinculada al mundo financiero), que ubicaba al presidente de la Nación liderando las preferencias de los votantes con tres puntos arriba del candidato del Frente de Todos. Y por si fuera poco, el viernes pasado violando la veda algunos medios de Capital Federal publicaron datos del último estudio de la firma Elypsis, del ex subsecretario de Programación Económica macrista Luciano Cohan, que informalmente filtró la Casa Rosada y se difundió entre operadores de la city porteña para intentar levantar las cotizaciones de las acciones argentinas previo a las Paso: mostraba ganador a Macri por 37,8 por ciento a 37,6 por ciento.
La diferencia de los pronósticos de esta elección con lo que sucedió ayer fue abrumadora. Pero hubo tres consultoras cuyos vaticinios estuvieron algo más cerca del resultado electoral. El último estudio de Celag (la única que realizó encuestas presenciales) daba la victoria a Fernández por 42,5 por ciento contra 33,5 por ciento de Macri. Y el estudio de la consultora Federico González & Asoc ponía a Fernández con 42 por ciento frente a 34,6 por ciento de Macri. Y, por último, la firma Tres Punto Cero vaticinaba un triunfo de Fernández por 43.6 por ciento frente a 36 por ciento de Macri. Los números del resto de las encuestas electorales comparados con el resultado de ayer son verdaderamente vergonzosos.
Cuando los resultados de las encuestas no se corresponden con lo que finalmente ocurre, los consultores intentan justificarlo diciendo que había un «voto oculto», un «voto vergonzante», un «voto útil» y/o un «voto subterráneo o silencioso» que no se pudo reflejar en los estudios. Pretenden limpiarse de responsabilidades señalando también que «la gente define el voto el mismo día de la elección» y además que «una cosa es lo que la gente dice y otra la que hace». Y así buscan rápidamente que pase el papelón de haber pifiado groseramente para aparecer en la próxima elección y decir sin ponerse colorados que sus números son confiables y sus pronósticos infalibles.
Es que están tranquilos con su futuro laboral. Saben que a ninguno de ellos le tocará el destino de Javier Otaegui, aquel encuestador del programa televisivo de Mariano Grondona que en 1993 sorprendió pronosticando un batacazo: la derrota del justicialista y favorito Alberto Pierri ante el radical Federico Storani en la provincia de Buenos Aires. Otaegui decía que su vaticinio venía de la mano de una nueva forma de encuestar, utilizando las llamadas telefónicas y no las entrevistas presenciales. Pierri terminó ganando por 22 puntos de diferencia y Grondona echó a Otaegui. Fue el final de su carrera como encuestador. En esa época no se perdonaban tamaños errores. Hoy la amnesia colectiva borra todo: las mismas consultoras que fallaron groseramente en los pronósticos de las Paso de ayer son las que se presentarán en los próximos días con resultados de nuevas encuestas de cara a las generales del 27 de octubre. Y nadie las pondrá en duda.
¿Por qué fallan tanto las encuestas electorales? ¿Mienten los ciudadanos cuando se les pregunta? ¿Dibujan sus resultados los consultores a pedido de quienes los contratan? ¿Están contaminadas desde el inicio por errores metodológicos?
Las encuestas electorales tratan de saber qué va a hacer el total de los votantes a partir de preguntarles a una parte de ellos. Para hacerlo buscan una muestra representativa. Que en un pequeño grupo se vea reflejada toda la sociedad en términos de edad, clase social, género, educación y otras características. ¿Pero qué pasa si la muestra sobre o subrepresenta a determinados segmentos de la sociedad? ¿Los resultados en estos casos son confiables?
El debate sobre los usos y limitaciones de las encuestas se viene dando a nivel mundial, luego de que en varias oportunidades los estudios tuvieron bastantes dificultades para realizar vaticinios. Los consultores encadenan a nivel global una cadena de equivocaciones. Pifiaron los resultados del referéndum en Reino Unido del Brexit, de las elecciones presidenciales de EEUU, del plebiscito colombiano por el acuerdo de paz con las Farc y de las elecciones de Brasil.
A principio de julio pasado la cadena CNN de Estados Unidos definió nuevos estándares de publicación de encuestas electorales de esa cadena de noticias. Así, decidió no difundir más encuestas con metodologías IVR (interactive voice response, la máquina que pregunta por teléfono), on line (contestadas por internet) o con muestras de dudosa representación. En Argentina, la inmensa mayoría de las encuestas electorales nacionales usan la IVR por su bajo costo (de las 19 relevadas, sólo la de Celag fue con entrevistas presenciales), pero tienen serios problemas de representatividad. Es que sólo el 50 por ciento de los hogares argentinos cuenta con teléfono fijo, cifra que cae al 26 por ciento en el 20 por ciento de la población más pobre. Por otro lado, no es frecuente que los jóvenes que viven solos tengan teléfonos fijos en sus hogares, ya que utilizan exclusivamente smartphones. Y así una parte importante del universo que se busca representar no estaría incluido en este muestreo probabilístico.
Celia Kleiman, al frente de CK consultores, sostiene que lo mejor es tocar timbre, es decir, realizar entrevistas presenciales. Desconfía de los relevamientos telefónicos y de las encuestas online, ya que los sectores más humildes están subrepresentados porque mayoritariamente no tienen teléfonos fijos y el móvil lo tienen con sistemas prepagos (no tienen la posibilidad de gastar datos para completar una encuesta).
Un dato que muestra el sesgo que puede tener el IVR lo describe el consultor Federico González. El día después de las elecciones a gobernador de Santa Fe que se realizaron el 16 de junio pasado, la consultora de González llamó vía IVR a habitantes de esta provincia y les preguntó a quién habían votado el día anterior. El porcentaje de votos al candidato de Cambiemos, José Corral, fue significativamente mayor en el IVR que el que efectivamente ocurrió en las elecciones del día previo, donde se ubicó tercero con un 18 por ciento.
Se dice que las empresas de sondeos tienen tres encuestas: una para el candidato y su mesa chica, otra para la militancia ampliada y la tercera -la más optimista- para divulgar en la prensa con el fin de influir en los electores con su aire de objetividad. Evidentemente los medios publicaron mayoritariamente estos últimos sondeos, que terminaron siendo una verdadera ficción.
Por Adrián Gerber – La Capital