Peligrosos reductores viales continúan sumando víctimas

Una lomada municipal, prohibida por la ley de tránsito, provocó otro siniestro en Rivadavia dejando gravemente herido a un bebé de 8 meses, al caer al pavimento.

La absurda manera municipal de intentar reducir la velocidad del tránsito vehicular, instalando obstáculos en la calzada, dejó otras víctimas el miércoles último, la más grave un bebé de 8 meses que viajaba con sus padres en moto y sufrió fractura de cráneo. El hecho no puede calificarse de accidente porque no hubo nada fortuito, sino un siniestro evitable de no haber existido una lomada cercana al cruce de calles Nuche e Hipólito Yrigoyen, en Rivadavia.

Desde la década de los 90 distintos gobiernos municipales del Gran San Juan han apelado a la creatividad de sus funcionarios políticos para contener el creciente flujo vehicular mediante artificios llamados «reductores» y popularizados como lomos de burro, pianitos, cruces peatonales elevados, o lomadas, entre otros. Nunca semáforos porque son caros de instalar y mantener, aunque ahora los abarata la tecnología Led.

Las respuestas de los responsables de las aberraciones viales son insólitas, demagógicas y sin rigor técnico, científico y menos legal. En el último hecho el director de Obras del municipio de Rivadavia, Guido Marelo, declaró a este diario que «son los vecinos quienes reclaman por la construcción de lomadas y pianitos, para mejorar la seguridad vial de la zona. Se analiza el reclamo y se construyen», así de fácil para el funcionario.

Ni él ni sus colegas de otros municipios han leído la Ley Nacional de Tránsito 24.449 que prohíbe estorbar u obstaculizar de cualquier forma la calzada, y el decreto provincial 1777/03 por el que adhiere San Juan a esa norma en todos sus términos. Tampoco les llamó la atención la Resolución 18/2012 de la Defensoría del Pueblo de la Nación que recomienda a la Dirección Nacional de Vialidad y al Órgano de control de las Concesiones Viales retirar inmediatamente los obstáculos y reemplazarlos por semáforos y señalización vertical y horizontal, donde se justifiquen.

En San Juan las lomadas resultan caras porque son a ojo de buen cubero. Capital debió demolerlas en calle E. Echeverría, frente a la Plaza Belgrano, y en calle Nuche, cuando observaron que los vehículos rozaban la carrocería en el piso. Pérdida de materiales y semanas de mano de obra y juicios de los conductores. Los reclamos por daños y perjuicios a los rodados y las lesiones a las personas descolocan a las comunas por la ilegalidad de los reductores. Los funcionarios deberían preguntar cómo le fue a Chimbas con la muerte de una joven madre en unas lomadas sin señalizar, frente a la Escuela República de Uruguay, en la gestión Camacho.

– Diario de Cuyo