En 2011, este joven arquitecto cordobés se radicó en San Pablo, donde desarrolló proyectos con el célebre urbanista Paulo Mendes da Rocha.
De regreso, asegura que Córdoba crece de manera “caótica”.
Martín Benavídez (32) es arquitecto graduado en la UNC. Desarrolló su tesis como becario del programa Cuarto Centenario en la Universidad de San Pablo. El estudio discute cuestiones relativas a las metrópolis contemporáneas.
Con el título debajo del brazo, se radicó en la megaurbe brasileña y formó parte del estudio MMBB Arquitectos, donde desarrolló proyectos junto con el célebre arquitecto Paulo Mendes da Rocha. Durante dos años, se desempeñó como investigador visitante en la Humboldt Universität zu Berlin (Alemania), becado por el Deutscher Akademischer Austauschdienst.
Una idea austera para un mundo despampanante
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Martín considera que, en las últimas tres décadas, Córdoba ha crecido de manera caótica y que para revertir ese proceso no sólo hacen falta obras de infraestructura, sino discutir antes, en términos políticos y culturales, en qué ciudad queremos vivir y cómo relacionarnos con el otro.
Martín cuenta, con gracia, que su elección de la carrera de Arquitectura fue “un manotazo de ahogado”. Para que se entienda debidamente ese gesto de intrepidez, recuerda las circunstancias en las que tomó la decisión. “A mí me gustaban la astronomía, el teatro y la historia. De hecho, Historia era la materia que más disfrutaba en el secundario. En eso estaba cuando una noche, andando en auto, capturé una imagen de Córdoba mirando el paisaje en una avenida. ‘Me gustan las ciudades y viajar’, me dije en ese momento de mucha incertidumbre. Así fue como, en un manotazo de ahogado, opté por esto”, resume. “Quizá no fue la arquitectura en sí misma lo que me atrajo, sino las cosas que la rodean”, completa la idea.
Y celebra el acierto: “La arquitectura tiene mucho que ver con la física, con la matemática y, fundamentalmente, con el arte y la historia. Además, hay una dimensión política que es central en la arquitectura, en el urbanismo. Por eso me apasiona lo que hago; me hace sentir mucho placer”, revela.
–¿A qué te referís con “la dimensión política de la arquitectura”?
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–Lo traduzco: el espacio es una de las formas en que se representan las relaciones sociales y las relaciones de poder. No solamente en el sentido de representar una relación de poder preestablecida, sino también hacerla, constituirla, delimitarla. La forma de la ciudad incide directamente en cómo nos comportamos, en cómo nos relacionamos con el otro. Las ciudades son, de alguna manera, el dibujo de la sociedad en el suelo, como sostenía un filósofo del siglo XX.
–Desde esta perspectiva, ¿cómo ves a Córdoba?
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–Tengo una mirada muy crítica sobre mi ciudad. Creo que si bien aún no está sufriendo en carne viva, como San Pablo, las consecuencias de su crecimiento caótico en las últimas tres décadas, está direccionada rumbo al abismo. Por eso Córdoba se ha vuelto cada vez más cara en términos de la infraestructura que le hace falta para volverla una ciudad contemporánea, a la altura de las grandes ciudades de la actualidad.
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–¿Es posible revertir ese proceso de crecimiento caótico?
–Todo se puede revertir, porque la ciudad es una construcción que fue hecha y pensada, y por lo tanto puede ser reconstruida y repensada. El problema no radica quizá en su dimensión física, sino en su dimensión cultural. Tenemos que plantearnos si estamos dispuestos a enfrentar esos procesos de cambio, porque pensar la ciudad en la que queremos vivir es también, de alguna manera, pensar qué tipo de personas queremos ser. Por supuesto que hacen falta acciones concretas de infraestructura, pero antes es necesario discutir en términos culturales en qué ciudad queremos vivir, cómo queremos ocupar el espacio y de qué manera relacionarnos con el otro. Tenemos que iniciar una serie de discusiones que están aletargadas.
–¿Por dónde deberían comenzar las discusiones?
–Córdoba hoy se urbaniza fundamentalmente con densidades muy bajas, con urbanizaciones cerradas. Ese es el modelo de ciudad que ha adoptado y que habla de cómo es la relación con el otro. No tiene que ver con un modelo que conciba a la ciudad como un espacio inclusivo, un espacio de diferencias. Nos maravillamos con las ciudades de Europa, pero cuando volvemos de viaje nos recluimos en una ciudad amurallada. Tenemos esa contradicción cultural. Creo que es necesario discutir eso, y esa discusión es fundamentalmente política.
–¿Por qué decidiste regresar a Córdoba?
–Creo que es una decisión totalmente irracional e inconsciente que tiene que ver con los afectos. Tal vez no sea este el contexto económico más interesante para regresar. Pero más allá de lo afectivo, siento a Córdoba como un lugar propio y, también, como un campo fértil para pensar y desarrollar mi trabajo.
“La forma de la ciudad incide en cómo nos comportamos y nos relacionamos con el otro”.
Hay equipo
Un proyecto con reconocimiento internacional.
El proyecto elegido para el pabellón de Brasil en la Expo Dubái 2020 es autoría de Martín Benavídez, José Paulo Gouvêa, Marta Moreira y Milton Braga, con curaduría de Guilherme Wisnik y Alexandre Benoit.
Colaboraron en la realización los argentinos Ana Carolina Isaía, Emilia Darricades, Juan Pablo Parodi y Tomás Quaglia Martínez. También, los brasileños Mateo Arjona, Raphael Carneiro, Seizen Uehara y Víctor Oliveira.
Miguel Maratá y Gabriela Trevizan comparten la estructura.
HÉCTOR BRONDO – La Voz del Interior