El Cairo, más allá de las pirámides

• Viaje al país de los faraones
Referirse a El Cairo conduce a pensar, indefectiblemente, en las pirámides. La capital de Egipto es sinónimo de historia, de faraones y de sus tumbas ancestrales. Es el río Nilo y su leyenda. Pero la ciudad más poblada de África es mucho más que eso.

Postal. El río Nilo, con las clásicas felucas y la Torre de El Cairo.

Pasar unos días en El Cairo es una experiencia en sí misma. Con sólo algunas horas de paseo es fácil entender que los bocinazos nunca cesan, que prácticamente no existen los semáforos y cruzar la calle es encomendarse a la buena voluntad de los conductores. Rápidamente se comprende que siempre hay una mezquita cerca y que el olor frutado que sale de los café donde los lugareños fuman en las pipas de agua (mientras juegan al bakgammon) lo invade todo. La capital de Egipto es, en definitiva, mucho más que la principal puerta de acceso para visitar las pirámides de Guiza.

LECCIÓN DE ORO

No bien se aterriza en El Cairo se aprende la primera lección de oro para «sobrevivir» en la ciudad: hay que regatear. Después de pasar migraciones (previo pago de una visa de u$s25), los taxistas salen a la «caza» del turista. Recitan de memoria los hoteles más importantes en un inglés por demás comprensible, mientras se ofrecen a agarrar las valijas. En caso de elegir ese medio de transporte, resulta imprescindible acordar el precio del viaje de antemano y -siempre- buscar una rebaja. Tal es así que un traslado que en un principio se cotiza 300 libras egipcias (unos $600 argentinos) finalmente puede acordarse por 200 de la moneda local (y, si se tiene paciencia, puede ser por menos).

En el casco urbano de El Cairo viven unas 25 millones de personas y se estima que hay más de cuatro millones de autos. Esos números pueden ayudar a comprender por qué el viaje desde el aeropuerto al centro, que por la madrugada dura 30 minutos, por la mañana puede llegar a demandar casi dos horas. Los taxistas locales son personas amables, que buscan entablar conversación mientras esquivan autos y avanzan (siempre con una mano en la bocina) en las calles atestadas. El tránsito durante el día es un caos, es difícil encontrar un auto que no tenga alguna abolladura o un raspón y los guías locales bromean -con cierta ironía- que no es necesario saber manejar para obtener el registro de conducir.

El transporte público, un subte no demasiado extenso (aseguran que, en pocos años, llegará hasta las terminales aéreas) y colectivos repletos de pasajeros, parecen no dar abasto. En los ómnibus públicos es común ver cómo una persona que viaja en la puerta delantera grita a los pasajeros que aguardan en las paradas el lugar de destino: también es usual observar cómo, quienes bajan, lo hacen con el vehículo en movimiento y en mitad de la calle. Otra opción de transporte recomendada por los locales son las aplicaciones de transporte en los celulares: resulta más económico que el taxi, se puede pagar con tarjeta de crédito y los autos son más modernos (y tienen aire acondicionado, un dato no menor). Eso sí, muchos conductores no hablan ni una pizca de inglés.

Imponente. La mezquita de Alabastro y las pirámides. Dos lugares imperdibles.

LOS IMPERDIBLES

En la ciudad hay algunos destinos imperdibles. Uno de ellos es el gran bazar Jan el-Jalili. Sus orígenes datan del siglo XIV y en sus enmarañados pasillos es posible encontrar de todo, desde recuerdos y papiros con pinturas, hasta ropa o especias. Aconsejan ir de noche para no sufrir el impiadoso sol africano y, sobre todo, regatear los precios de todo aquello que se vaya a comprar. Es posible adquirir productos por la mitad del valor «original» y, aun así quedarse con la sensación de que se pudo obtener más barato. También se requiere cierto grado de paciencia: los vendedores intentan persuadir por todos los medios a los turistas para que ingresen a sus negocios. Un taxi desde la céntrica plaza Tahrir hasta allí cuesta unas 25 libras.

Bazar. En Jan el-Jalilli es posible comprar prácticamente cualquier cosa.

Justamente frente a la también conocida Plaza de la Liberación está el Museo Egipcio. La entrada cuesta 120 libras: si se quiere ingresar con cámara fotográfica hay que pagar un ticket aparte, aunque dentro se pueden tomar fotos con el celular. El museo no resulta demasiado acogedor y por momentos incluso parece sucio. Sin embargo, dentro hay tesoros para los amantes de la cultura egipcia. El más grande, sin duda, es el de Tutankamón. En una sala especial (allí no se puede tomar imágenes ni con los teléfonos) es posible ver la máscara funeraria de oro del faraón, junto a una infinidad de ofrendas halladas en 1922 en el interior de su tumba en el Valle de los Reyes.

Otro destino imprescindible es la gran mezquita de alabastro de Muhammad Ali. El imponente edificio se encuentra dentro de una ciudadela amurallada y fue construida en el siglo XIX. La entrada cuesta 100 libras locales y un taxi desde el centro sale 30 libras. Si bien es la más famosa, por su tamaño e historia, no es la única. El Cairo es conocida como la ciudad «de los mil minaretes» por su cantidad de mezquitas. Es por eso que es posible escuchar desde cualquier sitio cuando, cinco veces por día, se convoca a la oración desde los altavoces de los templos. Al caminar por las calles, es posible distinguir a los fieles musulmanes que llevan a cabo todas las oraciones diarias: se les produce en la frente una marca, producto del roce de la cabeza con la alfombra durante el ritual.

Caminar por la orilla del Nilo al atardecer y ver cómo el sol se pone por detrás de la imponente Torre de El Cairo, comer allí un choclo asado o pasear en las felucas, son otras opciones para disfrutar de una ciudad que puede resultar intimidante y caótica. Comprender que muchos de los lugareños que buscan entablar una conversación como por casualidad en plena calle pretenden -siempre- vender u ofrecer algo y armarse de paciencia para rechazar de manera gentil dichos ofrecimientos, son «desafíos» que cualquier turista que desee caminar la ciudad debe enfrentar.

• DATOS ÚTILES

CLAVE: Regatear precios y, en caso de tomarse un taxi, acordar la tarifa antes de emprender el viaje.

PRECAUCIÓN: El consejo de los locales es no tomar agua de la canilla. Incluso, es recomendable lavarse los dientes con agua mineral: la botella de un litro y medio cuesta unos $10 argentinos.

SEGURIDAD: Los lugareños aseguran que, más allá de lo intimidante que puede parecer la ciudad, es segura para los turistas.

IMPERDIBLE: El Museo de El Cairo cuenta, entre otras cosas, con el tesoro de Tutankamón.

MONEDA: La libra egipcia vale casi el doble que el peso argentino, pero comer (por ejemplo) es más barato que en Argentina.

• CUANTO CUESTA

PASAJE: $45.000

Una opción para abaratar costos puede ser conseguir pasajes económicos a Europa y desde allí otro aéreo a El Cairo.

HOTEL 3* (para dos personas, la noche): $1.900

Andrés Randazzo – Ámbito