Cansados del marketing. Un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina, organización dependiente de la Universidad Católica

Argentina que ganó prestigio en los últimos años a partir de las publicaciones sobre pobreza e indigencia, confirmó la situación de postergación económica y social que vive el Norte Grande argentino (NOA y NEA).

El atraso regional tiene raíces que se hunden en la historia nacional. Durante la segunda mitad del siglo XIX se consolidó un modelo de país que tuvo como eje el puerto de Buenos Aires y como zona productiva privilegiada a la Pampa Húmeda. El Norte, que había logrado hasta entonces un incipiente desarrollo, fue condenado por las políticas centralistas a condiciones inequitativas que consolidaron su retroceso respecto de otras zonas.

Alguna medidas, aisladas y al cabo de un tiempo discontinuadas, tendientes a incentivar el desarrollo de algunas de las actividades productivas de la región, fueron desde entonces absolutamente insuficientes para revertir el proceso.

El informe señalado más arriba, elaborado a partir de la Encuesta de la Deuda Social Argentina y del último Censo Nacional de Personas, Hogares y Viviendas, consigna que las provincias del Norte Grande (NEA-NOA) tienen la mayor cantidad de hogares en situación de vulnerabilidad social. Este ranking de la ignominia lo encabezan Santiago del Estero, que tiene en esa situación al 34,01% de sus hogares, Formosa (32,40%) y Chaco (31,60%). Catamarca es la provincia del norte que tiene un porcentaje menor de hogares vulnerables (21,48%).

Los gobiernos nacionales de distintos signos no han tenido la voluntad política de modificar estos criterios de desigualdad, que se manifiestan no tanto en los envíos discrecionales de fondos como en las inequidades en materia de inversión pública.

Las promesas del Plan Belgrano como herramienta para modificar esta distorsión histórica, formuladas por la actual gestión, fueron un fiasco. En rigor, no se trata de un plan concebido según los criterios racionales de la planificación estratégica, sino apenas un conjunto de acciones y programas, muchos de los cuales se implementan desde hace muchos años. Y que solo mostró algún dinamismo el año pasado, pero tanto en 2016 como en el presente ejercicio exhibe una orfandad que deprime al más optimista.

Complicada por costos logísticos que la región pampeana no tiene, con un subdesarrollo marcado en la infraestructura pública, con un grado mayor de vulnerabilidad a las crisis cíclicas de la economía argentina, el Norte Grande tiene restricciones básicas que es preciso remover para lograr transformaciones que a mediano y largo plazo permitan recortar las asimetrías existentes.

El desafío es de tal envergadura que no alcanzan medidas aisladas o incentivos de corto alcance, mucho menos planes de presentaciones ostentosas y objetivos ambiciosos, pero que a poco de andar demuestran que están conformados no por proyectos estratégicos de desarrollo, sino por marketing puro, del que los norteños ya están cansados

– El Ancasti