Menos de comer, más miedos, peores expectativas
Casi la mitad tuvo que reducir lo que come porque ya no puede pagarlo, uno en tres pasó hambre, la mitad tiene alguien en la familia que perdió el trabajo, a seis de cada diez no les alcanza el sueldo y afirman que están peor que hace un año.
Como era previsible, los índices sociales se siguen deteriorando y todo indica que la perspectiva no es para nada mejor. Casi la mitad de los habitantes de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires disminuyeron las raciones de comida en el último año, con caídas aún más fuertes en el segundo cordón del sur y del oeste del conurbano. También la mitad de esos ciudadanos tienen alguien de su hogar que perdió el trabajo en los últimos doce meses, con puntos críticos igualmente en el segundo cordón, pero con altos índices en la propia Ciudad de Buenos Aires. Seis de cada diez personas dice que el sueldo no le alcanza y esta en dificultades, a lo que se agrega que una altísima proporción afirma que las dificultades que afronta son muy grandes. Son mayoría también los que cambiaron las marcas que compran y consideran que su situación económica es mala o muy mala. Tampoco creen en una perspectiva: más de la mitad de la gente cree que dentro de un año estará igual o peor.
Las conclusiones surgen del Monitor de Clima Social (MCS) relevado periódicamente por el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), un centro interuniversitario que integran la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET); la Universidad Nacional Arturo Jauretche y la Universidad Nacional de Hurlingham. El estudio estuvo a cargo del director del CEM, Matías Barroetaveña, y se entrevistaron 1621 personas de toda la ciudad de Buenos Aires y los distritos del conurbano bonaerense, respetándose las proporciones por edad, sexo y nivel económico-social. Las entrevistas fueron telefónicas, siempre centradas en la seguridad o inseguridad en materia laboral, económica y alimentaria. El Monitor se construye a partir de las respuestas a preguntas muy específicas sobre la situación de cada hogar.
“Ante esta emergencia social –señala Barroetaveña– es imprescindible una recomposición de salarios, Asignación Universal por Hijo (AUH) y jubilaciones que han sido pulverizados por la inflación y la devaluación con su impacto en el precio de los alimentos. Se deben fortalecer y mejorar los servicios de los comedores barriales y escolares cuyos montos per cápita tienen valores ridículos al igual que la asistencia a toda aquella institución de contención; reactivar la obra pública en particular la mano de obra intensiva y no priorizar la de grandes maquinarias como hasta ahora; y avanzar hacia una rebaja del IVA en los alimentos. Esta batería de medidas debe considerar además que lo peor aún no llegó. El impacto de la devaluación y el ajuste propuestos por el FMI será más profundo en el segundo semestre. No se puede mirar para otro lado, este clima social incuba mayor cantidad de conflicto callejero y la respuesta de involucrar a las FFAA en cuestiones de seguridad interna debe recibir el más amplio rechazo . El Estado debe dar respuesta ya. Necesitamos más Estado motorizando el crecimiento y el mercado interno y no menos Estado como nos proponen con el ajuste”.
Alimentos
Como es obvio, una de las evaluaciones fundamentales es sobre la seguridad alimentaria. El MCS lo mide en forma periódica y lo que se percibe, comparando con la medición de febrero, es que la situación se agravó en estos cuatro meses.
En febrero, un 37 por ciento de todos los consultados afirmó que en su hogar disminuyeron las porciones de comida por razones económicas. Ese porcentaje subió en éste Monitor, el de junio, al 48 por ciento. Como se ve, un agravamiento dramático.
Sin embargo, lo más serio surge al discriminar esos datos. Según consigna el Monitor, nada menos que el 64 por ciento de los consultados en el segundo cordón del sur del conurbano dijeron que redujeron las porciones. Se trata de zonas muy populosas como Quilmes, Berazategui, Almirante Brown y Florencio Varela, entre otras. El porcentaje es casi idéntico (62 por ciento dice que redujo porciones) en el segundo cordón de la zona oeste, es decir Moreno, Merlo, La Matanza, entre otros municipios. En todos ellos, hay una intensa labor de las intendencias a través de los comedores, que según los propios mandatarios comunales vieron subir muchísimo la cantidad de personas que van a recibir una comida y la cantidad de chicos que ahora comen en los colegios.
En el índice de seguridad alimentaria el Monitor también incluye una pregunta sobre hambre. En concreto, se pregunta si algún integrante de la familia pasó momentos de hambre por razones económicas durante el último año. En esas zonas profundas del conurbano, los porcentajes de los que contestaron que pasaron momentos de hambre superan el 40 por ciento.
Laboral
El índice de seguridad laboral se construye a través de varias preguntas. Tal vez la principal apunta a saber si alguien en el hogar perdió el trabajo en el último año. También se indaga sobre la existencia de temor a perder el empleo e incluso si su situación laboral es mejor o peor que hace un año. En concreto, de febrero a junio, el índice de seguridad laboral cayó cinco puntos y perdió nueve puntos si se compara con octubre de 2017.
Las respuestas más nítidas aparecieron, obviamente, cuando se le preguntó a los encuestados si alguien de su hogar perdió el trabajo en el último año. En octubre de 2017 habían contestado que sí el 33 por ciento de los consultados, mientras que en el actual Monitor nada menos que 45 por ciento contestó que alguien en su hogar perdió el trabajo.
Pero aún más fuerte es el crecimiento del temor a perder el empleo actual. En octubre del año pasado un 30 por ciento dijo que temía ser despedido o que ya no pudiera continuar con su changa o trabajo informal. Era un porcentaje ya alto, pero en la actualidad eso trepó al 52 por ciento. Es obvio que un trabajador o empleado que se da cuenta que disminuyeron las ventas o que aumentaron brutalmente los costos, percibe que su trabajo está en peligro.
Junto con las respuestas que tienen que ver con la inestabilidad en el empleo, el 49 por ciento de los consultados dijo que su situación laboral es ahora peor que hace un año y sólo el 19 por ciento afirmó que le está yendo mejor que 12 meses atrás.
Economía
A la pregunta básica, el 57 por ciento de los encuestados respondieron que están peor económicamente si comparan su situación actual con la de hace un año. Sólo el 14 por ciento afirmó que su situación económica mejoró.
En línea con las encuestas sobre el cuadro general de la Argentina que publicó este diario, los consultados evalúan mal o muy a la economía, con un crecimiento asombroso del pesimismo desde diciembre del año pasado en adelante. En octubre de 2017 el 37 por ciento decía que la situación de la economía era mala o muy mala, pero lo que cambió los estados de ánimo fue la reforma jubilatoria de diciembre y la tremenda serie de tarifazos post electorales. Eso explica por qué hubo un salto tan grande: ya en febrero trepó 15 puntos y el 52 por ciento opinó que la situación estaba mal o muy mal. Y el salto ahora es aún más grande; subió otros 16 puntos al 68 por ciento. Esto significa que siete de cada diez argentinos son fuertemente críticos de lo que está pasando.
Esto deriva en cambios en la vida cotidiana. Por ejemplo, el 74 por ciento limita ahora lo que compra y el 76 por ciento se pasó a segundas o terceras marcas. En el conurbano hay menor compra de medicamentos (como se vio en el anterior Monitor) y en este estudio queda clara la reducción muy fuerte (73 por ciento) en la recreación.
Futuro
La propia Casa Rosada adelantó ya los pronósticos y hasta los resultados futuros del Monitor.
Como señala Barroetaveña, para que no se recorten las raciones de comida en el conurbano, haría falta que no pulvericen todavía más las jubilaciones. La realidad es que la inflación estará en más del 30 por ciento y las jubilaciones estarán muy lejos de semejante aumento.
También se necesitaría que no pulvericen la Asignación Universal por Hijo, pero tampoco se actualiza ni remotamente en sintonía con el aumento de los costos de la canasta básica.
El gobierno puso tope a las paritarias y, aunque hay pelea como se ve en la huelga general de mañana, los sueldos de convenio quedan a años luz de lo que está pasando en el supermercado.
El nuevo ministro de la Producción, Dante Sica, adelantó que “hay que pasar el segundo semestre”. O sea que no habrá reactivación de aquí a diciembre, sino todo lo contrario. Esto agravará la perspectiva del empleo que en el Monitor ya aparece como una enorme preocupación.
El CEM y su director, Barroetaveña, hablan de “emergencia social”. Es el cuadro que pinta en forma nítida el Monitor de este mes. Más allá de algunas palabras lindas, el texto del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es categórico: menos obra pública, menos gasto del Estado, por lo tanto menos empleo y asistencia social.
Nada aparece en el horizonte que permita cambiar el diagnóstico del Monitor en materia de seguridad laboral, alimentaria y económica.
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Por Raúl Kollmann – LA NACIÓN