La Universidad de San Andrés presentó los resultados de febrero de su investigación mensual sobre satisfacción ciudadana. El director del estudio analiza la imagen de los miembros del gabinete, luego de las denuncias y polémicas.
El gobierno de Mauricio Macri acumuló capital político hasta las elecciones de medio término, en las que por virtud propia, y por defecto y división de sus adversarios, obtuvo un resonante triunfo en una mayoría de provincias. En nuestra encuesta de satisfacción política y opinión pública (#ESPOP), que realizamos mensualmente bajo el auspicio de la Universidad de San Andrés, registrábamos en octubre, entre los activos del Gobierno, un 66% de aprobación, un 53% de satisfacción con la marcha de las cosas y se materializaban en un 40% aproximadamente de los votos nacionales. Desde entonces, la aprobación cayó a un 52% en febrero y a un 39% de satisfa-cción con la marcha general de las cosas. Es fácil deducir que con este clima de opinión, repetir el resultado electoral de octubre se vuelve difícil. Pero ya lo señalamos con anterioridad, la clave está en administrar los ciclos de la opinión con el calendario electoral.
Mejor equipo. Desde octubre de 2017 a febrero de 2018, las iniciativas del Gobierno (reforma previsional, tributaria y laboral, “megadecreto”, etc.) así como diferentes affaires de los integrantes del “mejor equipo en cincuenta años” (Triaca, Caputo, Díaz Gilligan, etc.) fueron erosionando su imagen, la de sus integrantes y, en consecuencia, de las percepciones y expectativas sobre la situación general del país.
Cada tanto medimos el posicionamiento de los ministros en la opinión pública, y hasta hace poco nos sorprendía cuán ignotos eran para el gran público. Pero este último tiempo puso en la vidriera a varios de ellos.
Dentro de los más conocidos (es decir, aquellos respecto de los cuales más del 50% de los entrevistados tiene una opinión), encabeza la lista con una imagen neta positiva el ministro del Interior, Rogelio Frigerio (65%), seguido del jefe de Gabinete, Marcos Peña (63%), y el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich (61%); también están en este grupo Patricia Bullrich (56%) y Nicolás Dujovne (55%). Estos cinco ministros tienen la peculiaridad de ser muy conocidos y haber forjado, hasta ahora y no sin polémica, una imagen positiva en la opinión pública. Desde luego, la opinión no es unánime (ninguno tiene un 100% de imagen positiva), pero hay algo en común entre ellos: son ministros percibidos como abocados a la gestión y respecto de los cuales, al menos hasta el día de hoy, no hay asuntos personales que interfieran en la percepción de los ciudadanos. Carolina Stanley, Lino Barañao y Germán Garavano también han cultivado una imagen positiva entre los entrevistados, pero a diferencia de los anteriores son muy poco conocidos aún o conocidos en segmentos muy específicos y acotados.
Pero no todos los ministros han podido cultivar una imagen positiva. La lista de ministros más conocidos y con imagen neta negativa es encabezada por el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, con un 71% de imagen neta negativa (el reverso del 29% de imagen positiva); le sigue el ministro de Medio Ambiente, Sergio Bergman (65% de imagen negativa); el ministro de Finanzas, Luis “Toto” Caputo (60% de imagen negativa), el de Defensa, Oscar Aguad (57%), y el de Energía, Juan José Aranguren (54%). Todos ellos han sido protagonistas de decisiones y situaciones personales controvertidas y son sospechosos de tener conflictos de intereses y/o haber demostrado una buena dosis de impericia.
60% de imagen positiva neta. Los ministros son fusibles, se pueden cambiar y con ello volver a conectar el sistema eléctrico. El riesgo es cuando el dueño de casa, el que cambia los fusibles, ha perdido la capacidad para hacerlo. No es el caso del Presidente que, si bien la aprobación de su gobierno está experimentando una caída (del 66% al 52%), aún mantiene una buena posición: su imagen positiva neta es del 60%. De todos modos, no es el único. La gobernadora María Eugenia Vidal, que ha experimentado también una “caída”, ha logrado mantener un inmejorable 72% de imagen positiva neta, muy por encima de su jefe político. Quien se encuentra en una buena posición es su socia Elisa Carrió (65% de imagen positiva neta), que por primera vez ha superado al Presidente en la opinión pública. Cualquiera sea el caso, los tres se encuentran aún con respaldo y bien posicionados. Pero el declive general que los indicadores reflejan desde octubre a febrero se está sintiendo. Y los cánticos recientes en los estadios de fútbol y recitales pueden contribuir a amplificar la percepción de ese desgaste en espiral. ¿Seguirá el declive de la figura del Presidente y con ello el respaldo a su gestión?
Expectativas. Quizás el dato más relevante de la encuesta de satisfacción y opinión pública (#ESPOP) de la Universidad de San Andrés del mes de febrero fue la caída de las percepciones positivas retrospectivas y prospectivas. Al preguntarles a los entrevistados acerca de si la situación del país mejoró, empeoró o sigue igual desde que comenzó el gobierno de Mauricio Macri, por primera vez la proporción de los que responden “peor” (41%) es mayor que los que dicen “mejor” (37%). Esta fotografía contrasta con noviembre de 2017, apenas terminada la elección de medio término, cuando la proporción de los que consideraban que la situación estaba “mejor” llegaba al 52%. Algo se rompió. De igual modo sucede con las expectativas futuras o percepciones prospectivas. Al preguntarles a los entrevistados acerca de cómo consideran que estará el país dentro de un año, la proporción de los que consideran que estará “peor” (43%) superó a los que consideran que estará “mejor” (30%), relación que contrasta también con la luna de miel poselectoral de noviembre, cuando las percepciones optimistas trepaban al 58% y las pesimistas se ubicaban en un exiguo 13%. En tres meses, la percepción de mejora y las expectativas positivas se derrumbaron. ¿Estaba planeado? ¿Es parte del sinceramiento de los objetivos de gobierno, las decisiones políticas y sus consecuencias sociales y económicas, que condujeron a estas percepciones pesimistas?
El contraste de percepciones es notable: en los sectores de nivel socioeconómico alto (ABC1) la percepción de que la situación mejoró llega al 50%, mientras que para un 31% de ese mismo sector social la situación empeoró. En cambio, para los estratos más bajos la percepción de que la situación mejoró solo alcanza al 23%, mientras que un 51% considera que empeoró. En el mes de noviembre, en plena luna de miel, habíamos registrado que la percepción de mejoría entre los sectores ABC1 llegaba al 54%, no muy diferente a la actual en el mismo sector, mientras que en los sectores más bajos de la pirámide social alcanzaba al 43%. No es una novedad que hay una correspondencia entre el nivel socioeconómico, el respaldo al Gobierno, las percepciones de mejora y las expectativas. Pero aun esa correspondencia está siendo afectada y profundizada. El Gobierno debería prestar atención a que el sesgo social de sus iniciativas está comenzando a tener impacto y a ser percibido. Tiene la ventaja de que aún no cuenta con rivales cuantitativamente en condiciones. Pero el pesimismo se está expandiendo y contagiando, como los cánticos en las canchas de fútbol y recitales.
*Politólogo, Universidad de San Andrés y Conicet, @dgreynoso.
Diego Reynoso – Perfil