A los 44 años, la gobernadora bonaerense es la dirigente con mejor imagen del país, aunque asegura que no se propone ser presidenta. «Las cosas de verdad importantes en la vida se logran con otros», dice, y sostiene que sólo le interesa «quedar en la memoria como alguien que hizo lo que tenía que hacer»
Antes de cumplir los veinte años, cuando fue a anotarse en la Universidad Católica Argentina, María Eugenia Vidal planeaba estudiar Derecho. Algo, aquella tarde, hizo que cambiara de opinión. La larga fila de aspirantes a la carrera de Abogacía la llevó a dudar y a consultar la oferta académica para Ciencias Políticas. Esta la atrajo de inmediato y ese día, cuando volvió a su casa, les contó a sus padres que no sería abogada. Ninguno de ellos podía imaginar lo acertado de aquella decisión fortuita, que marcaría tanto su futuro. Así parece jugar con el destino esta mujer de sonrisa fácil, una sonrisa que parece extenderse a todo su rostro, que avanza posiciones casi sin proponérselo, dejando que el tiempo juegue sus cartas.
A los 44 años es la gobernadora de la provincia más problemática y poblada de la Argentina, encabeza todas las encuestas de imagen positiva entre la clase dirigente y, casi para cualquier analista, es la candidata más firme a suceder a Mauricio Macri en la Presidencia de la Nación. Con un carisma arrollador, pero también con una determinación y firmeza que pocos sospechaban dos años atrás, ganó dos elecciones clave para la construcción de poder de Cambiemos y, por si fuera poco, acaba de conseguir para Buenos Aires el compromiso de las otras provincias y de la Nación para aumentar los ingresos de la coparticipación de $ 650 millones a casi $ 20.000 millones para 2018, con aumentos en los siguientes años.
Consciente del poder que hoy detenta, prefiere hablar de «responsabilidad», y durante la entrevista con LA NACION Revista en La Plata se empeñará en mostrar humildad y afirmará varias veces que el trabajo en equipo, y no el mérito personal, es el garante de sus logros.
Hace dos años se hacía cargo de la provincia, con muy duros desafíos por delante. ¿Qué siente que ha logrado en estos 24 meses?
Lo más importante es haber sido coherentes con el compromiso que tomamos con la gente en 2015, que fue cambiar. En cada área o tema que le preocupa a la gente, empezamos algún cambio, y eso, haber empezado el camino, es muy importante, aunque en muchos casos los resultados tarden en llegar. Lo otro es haber logrado mantenerme, no solamente yo, sino todo el equipo, fieles a nosotros mismos, a nuestros valores, frente a un sistema que había gobernado la provincia durante muchos años de una manera muy distinta a como nosotros lo hacemos. Haber podido sostener todas las peleas en las que creímos me parece muy importante. Hoy nadie duda de que el gobierno de la provincia está llevando adelante una reforma profunda en cuanto a la corrupción en las fuerzas de seguridad, tanto en la policía como en el sistema penitenciario. Hoy nadie duda de que las obras empezaron, aun cuando lleve mucho tiempo poder cubrir todas las necesidades de la provincia. Hoy no se habla más de barones del conurbano porque la reelección indefinida se acabó. Hoy la provincia sabe que va a tener los recursos que le corresponden, o por lo menos una parte importante de ellos, porque recuperamos el Fondo del Conurbano, aun cuando empiece a ser completo en 2019. Son cosas muy básicas pero que eran impensables dos años atrás, y que, cuando uno las dice, es obvio que había que hacerlas, pero no se habían hecho.
¿Y, por el contrario, qué cosas todavía le generan impotencia o frustración?
Quisiera haber podido avanzar más profundamente en las reformas educativas. Siento que no terminamos de conseguir la mejor forma de que el Estado llegue a los lugares donde más se necesita. Siento que todavía no estamos lo suficientemente presentes, que tenemos que entrar de manera mucho más importante en ciertos lugares, no sólo para sacar al narcotráfico, sino para mantener una presencia del Estado permanente ahí, desde el punto de vista social, de infraestructura, de educación, de salud, y de hecho estamos trabajando para avanzar más fuertemente en eso durante los próximos dos años.
¿Qué balance hace después de haberse cargado sobre sus espaldas dos elecciones claves en la provincia?
Primero, fue un trabajo en equipo, tanto en 2015 como en 2017. Yo nunca sentí que hacía esto sola, sino que siempre me sentí parte de un equipo y eso no es falsa modestia, es saber que las cosas de verdad importantes en la vida, se logran con otros, nunca solo, y realmente me sentí muy acompañada. Por Mauricio [Macri], pero también por todo el gobierno nacional y por el equipo increíble que me acompaña en la provincia de Buenos Aires. Y, además, el camino se hace mucho más fácil cuando la gente te sostiene. Para mí lo que pasó en el 2015, como lo que pasó este año, fue muy conmovedor, porque en el 2015 peleábamos contra el miedo, y muchos tenían miedo de perder lo poco que tenían si elegían otro partido político. Y ese sistema se había enquistado fuertemente, sobre todo entre quienes más tenían para perder, que son lo que menos tienen, los más pobres. Y en el 2017, nuestro adversario era la desesperanza, que mucha gente sintiera que en algunos temas los resultados no habían llegado rápido, o incluso que había tenido que hacer muchos sacrificios, que muchos bonaerenses los hicieron y mucho. Y la verdad es que, en toda la Argentina pero en particular en la provincia de Buenos Aires, sentí que la gente por primera vez dijo: Aunque cueste, vale la pena.
¿Fue una satisfacción extra esta elección de 2017 en relación a 2015, cuando todavía muchos la subestimaban e, incluso después del triunfo, atribuían la victoria a la mala candidatura de Aníbal Fernández? Esta vez les ganó a todos.
La verdad es que nunca viví esto como un logro personal. Los que gobernamos expresamos lo que la sociedad siente en un momento determinado. Es la gente, no es ni María Eugenia Vidal ni Mauricio Macri, y el día que creamos eso estamos en un problema. Nosotros venimos a trabajar por cuatro años y nuestros jefes son los que eligen, y tenés que tener muy en claro eso todos los días para no creértela y no equivocarte. Yo no creo ni que antes me hayan subestimado ni que ahora soy mejor de lo que era antes. Creo que lo que se expresó es la confianza de la gente en una manera distinta de gobernar, en valores distintos, en prioridades distintas. Yo no sé si hace cinco años la gente hubiera aceptado que alguien que gobernara la provincia le hubiera dicho: no vamos a poder hacer todos los hospitales, sólo vamos a poder hacer las guardias. O no vamos a construir un hospital nuevo, porque no hay más recursos que para comprometernos a hacer las guardias más urgentes. Y ese es nuestro compromiso, y cumplirlo para los 79 hospitales. Pero no vamos a prometer cosas que no vamos a poder hacer, no vamos a decirle a la gente que vamos a hacer todo el hospital nuevo o que vamos a hacer un hospital nuevo mientras que no arreglamos el que existe hace 40 años y en el que nunca se invirtió. Yo creo que esto de poner la verdad encima de la mesa es lo que la gente eligió, más que un mérito nuestro. Es un logro de la sociedad, no de un espacio político. Nosotros lo venimos a representar en este momento.
¿Qué le dicen sus hijos al final del día, cuando vuelve a casa después de una larga jornada?
Uff. En toda la gente que me quiere, y empezando por ellos, hay siempre una contradicción. Hay orgullo, hay alegría por los logros alcanzados, pero también hay preocupación, hay sensación de ausencia, hay reproche y reclamo. Y las dos cosas son válidas y a las dos las tomo, porque el costo personal de asumir determinadas responsabilidades no es sólo mío, sino también de toda la gente que me rodea. Y para ellos es difícil. Yo escucho, trato de equilibrar todo lo que puedo mi tiempo con ellos y mi tiempo dedicado al trabajo, que me sientan presente a pesar de que tal vez no puedan tenerme como una mamá tradicional.
¿Qué le quitó la política en este sentido?
Tiempo, tiempo. Es el único valor que no se puede recuperar. Tiempo con la gente que quiero, porque no tiene horarios, porque este lugar no es una secretaria, una alfombra roja, un chofer. Este lugar es una enorme responsabilidad, y si te lo tomás así, como la enorme responsabilidad que es, y pretendés seguir caminando por la calle al día siguiente que termine tu mandato, y mirar a la gente a los ojos, no tenés horarios. Tenés que estar atento todo el tiempo, tenés que estar disponible para la gente todo el tiempo. Cuando voy a una casa de comida rápida con mis hijos, yo sé que me siento con ellos en una mesa y puede venir una persona que tiene un problema, y la tengo que escuchar, porque es mi trabajo. Y ellos también lo saben. O como cuando entro en una farmacia y sé que el tiempo de compra no va a ser el mismo a que si no fuera gobernadora porque hay dos o tres personas en la farmacia que saben que estoy y se acercan con algún reclamo, que es legítimo. También por suerte se acercan a veces a decir cosas lindas, pero es un tiempo extra dedicado, incluso cuando no estoy trabajando, y trato de seguir haciendo, en la medida que puedo, la misma vida: no dejo de ir al cine y hacer la cola, de ir a la farmacia, a comer a algún lugar de comida rápida con mis hijos, o no dejo de ir a los actos escolares, donde también me pasa que algún papá o alguna mamá, aunque por lo general son muy respetuosos, en el medio de un acto escolar o cuando termina, se me acerca y me plantea algo, y yo sé que es parte de mi trabajo.
¿Y sus padres?
Mis padres siguen viviendo en la misma casa, en el mismo barrio y mi padre sigue trabajando.
¿Pero qué le dicen?
Y… tienen esto de que están muy contentos, pero nunca imaginaron, como yo nunca imaginé, que iba a estar en este lugar. No soy como esos políticos que nacen creyendo que van a ser gobernadores o presidentes; se fue dando mi carrera. Yo siempre trabajé y pensé que si uno hacía las cosas bien, a algo mejor iba a llegar, y nunca me propuse este es mi siguiente cargo. Y no quiero hablar por ellos, pero creo que, a pesar de las preocupaciones y de las angustias que este cargo genera, sobre todo por las batallas que doy, están contentos porque ven que sigo fiel a los valores con los que me educaron. Siempre digo que yo soy el resultado de una gran educación. Mi familia no es millonaria, no tiene doble apellido, pero tiene un capital enorme, que son los valores con los que me educó, las oportunidades que me dio, y creo que de alguna manera yo he tratado de ser fiel a eso, y eso sí los enorgullece y los pone contentos.
¿Y aspiran o le dicen: vas a ser presidenta?
No, no. [carcajada] Yo creo que la gente que me quiere me va a acompañar en las decisiones que se tomen, pero todos saben que esa no es mi aspiración. Así como lo dije en público, lo comparto en privado con mis afectos. Su preocupación está puesta en que saben que yo me tomo las cosas con mucha responsabilidad y saben que si asumiera más responsabilidad, todavía estaría más preocupada y más involucrada, entonces no sé si ellos van a ser los primeros interesados.
Pero es una aspiración lógica que mire como una posibilidad la Presidencia.
Yo nunca seguí mucho los parámetros de lo que es clásico en el sistema político. Cuando fui vicejefe de gobierno, no me planteaba ser jefa de gobierno, y muchos periodistas me decían que era el camino natural serlo, y cuando Mauricio me planteó venir a la provincia, en una elección cuando la mayor parte pensaba que no iba a ganar, yo sentí que esta era mi contribución al proyecto. Vine y me enamoré de la provincia, además. Y la verdad es que hoy no pienso en otro lugar, porque a la provincia le ha hecho mucho daño tener gobernadores que pensaban en ser presidentes. Mucho daño.
Llegó a La Plata y se enamoró de la provincia, pero se separó de su pareja. ¿Podría haber sido distinto si no hubiera accedido a este cargo tan relevante y viviera la campaña tan intensamente?
Creo que es difícil sostener una actividad con esta intensidad y al mismo tiempo una pareja, una familia. Son muchas responsabilidades para hacer todo bien, pero también es cierto que un matrimonio de tantos años como el que yo tuve no se termina de un día para el otro. Sería injusto unir la provincia con el final de mi etapa con Ramiro [Tagliaferro], con el papá de mis chicos. De hecho, creo que los dos logramos que nuestra relación se convirtiera en otra relación, también linda, a pesar de que la etapa del matrimonio había terminado. Es una persona que yo voy a querer siempre, lo respeto, no me arrepiento ni me voy a arrepentir nunca de haberlo elegido como papá, es un gran papá, muy presente, y él sabe que puede contar conmigo siempre, y a mí me pasa lo mismo con él. Y eso tiene un valor para mí, para mis hijos, para él, que hizo que aunque la relación cambiara de posición, el cariño mutuo y el afecto se sostuvieran. A veces me sorprendo porque escucho que no es tan común, pero en nuestro caso fue así. Cumplimos una etapa y los dos tuvimos la madurez para poder enfrentarlo.
Se habla mucho de la soledad del poder. ¿Se puede tener toda esta responsabilidad, toda esta carga, esta mochila, y al final del día estar sola?
Yo no me siento sola, la verdad es esa. Sí es cierto que tenés la responsabilidad de saber que en muchas decisiones sos la última instancia, sobre todo en las decisiones más difíciles. Eso es un peso, una responsabilidad, pero eso no me pone en una posición de soledad; yo me siento tremendamente acompañada. Nunca me sentí sola en estos dos años. La verdad es que, no sólo desde lo político, sino desde lo humano, me he sentido muy acompañada por Mauricio. Con todas las responsabilidades que tiene, se ha hecho siempre un minuto para llamarme por teléfono un domingo por la tarde para saber cómo estoy, para escribirme en un chat en qué andás o para hacerme un chiste o para preguntarme si mis hijos están bien, si yo estoy bien. No sólo él, también Juliana [Awada]. Han estado como muy atentos a mi cuidado y al cuidado de mi familia, y para mí eso ha sido un sostén importante. Mi familia también ha estado incondicionalmente, no sólo mis padres: ellos, mi hermano, mis tías. Yo tengo una familia que ha estado muy presente. Mis amigos de la secundaria, mis amigos de la universidad, los amigos que fui haciendo en la vida, estuvieron muy presentes en estos dos años. Soy de juntarme a comer, de que vengan a mi casa, de ir a la casa de ellos, de juntarnos a comer afuera, de ir a tomar algo. Realmente nunca me sentí sola. Y lo que me terminó de acompañar, y nunca dejo de decirlo, son los bonaerenses. La gente ha sido muy generosa conmigo, y lo sigue siendo. Ayer a la mañana estuve en La Matanza, en el barrio Puerta de Hierro, que es un barrio de los más difíciles y de los más tomados por el narcotráfico y la pobreza en la provincia. Y estar reunida con cien referentes sociales del conurbano con los que venimos trabajando hace dos años y que digan: ahora nos sentimos escuchados. ¡La confianza! La confianza es un intangible muy difícil de construir. Cuando alguien que hace veinte años trabaja en un barrio donde nunca entró el Estado y después de dos años te dice ahora confío, eso hizo que valiera la pena el día.
¿Por qué cree que genera eso? Cosas distintas a las que genera el propio Macri, si está de acuerdo.
No, no creo. De hecho, a Mauricio le pasa ahora en la Argentina lo mismo que le pasó en la ciudad: la gente que lo va descubriendo y que más va entendiendo hacia dónde va, más confía en él, como me pasa a mí. Creo que representamos lo mismo. Y en el caso de la provincia yo creo que no hay mucha receta mágica: es no prometer lo que no podés cumplir y, lo que te comprometés, hacerlo. Y no hacer algo para mostrar que hacés, comprometerte en serio, hacer más allá de lo que corresponde, mostrarle al otro que te importa, pero que te importa de verdad. Yo le digo mucho a mis funcionarios: si no les duele, es porque no les importa. Y que te duela supone un costo personal alto, porque estás poniendo el cuerpo, la salud y el físico. Pero yo digo, el día que no me importe, ese día sí tengo un problema. Prefiero irme de un barrio preocupada, a veces conmovida, pero no irme indiferente. Si lo que hacés es bueno, en algún momento se va a saber, eso es parte del secreto. No pensar que cada cosa que hacés tiene que ser fotografiada. Mucho del hacer en silencio es enormemente valorado. No estoy diciendo nada revolucionario, son cosas muy simples que cualquiera podría hacer. No me considero mejor que el promedio. Lo que creo que pasaba es que hacía mucho tiempo que la política no dejaba de lado la especulación, en lugar de pensar cuando vas a tomar una decisión cómo te va a impactar eso, cuántas elecciones vas a ganar con eso o cuánto vas a subir.
¿Usted dice que en Cambiemos no se hace eso?
Yo estoy convencida. Mauricio, sin duda. Hace muchos años que lo conozco, y si hay algo que Mauricio tiene es la capacidad de dar la pelea que cree correcta a pesar de que no sea la que le conviene.
¿Le critica cosas a Macri?
Sí, obvio, y es una persona que escucha mucho. Siempre he podido decirle lo que pienso abiertamente. Si hay algo que yo he sentido siempre entre nosotros es honestidad, y creo que es algo que valoramos mucho el uno del otro. Él también es muy honesto conmigo y cuando me tiene que decir algo, me lo dice, en el mejor tono. Lo conozco a Mauricio hace diez años, y nunca lo escuché gritar. Eso habla de cómo se maneja, de cómo es su vínculo con los demás, siempre con las mejores formas pero te dice lo que te tiene que decir. Y yo siento que tengo la misma libertad con él, en el marco de un afecto muy profundo.
En medio de esta pelota que no para nunca, ¿en qué momento logra que la mente se quede un poco en blanco? ¿Existe esa posibilidad?
Mmm.. Cada tanto, dos veces por año, un fin de semana me voy sola a algún lugar tranquilo a pensar, eso hago. Un fin de semana que los chicos están con su papá, me voy a algún lado, y pienso, y estoy en paz.
¿Y qué piensa?
A veces pienso y a veces no pienso, a veces descanso, me llevo un libro, me llevo mi música. A veces uno tiene que parar para poder seguir pensando, para tomar perspectiva, para tener distancia. Esta es una actividad muy intensa, a veces cuesta tomar distancia y revisar si uno está en el camino correcto, tener autocrítica, aprender. Hoy pensaba en algo: de los fracasos hay que aprender, pero también hay que aprender de las victorias, no de lo que uno hizo bien, sino de cuál es su verdadera dimensión, de no equivocarse, no creérsela.
¿Hace terapia?
Uff, hace muchos años. Lo mantengo y me ayuda y es un espacio también que me ha servido mucho en lo personal y en lo profesional. Hoy no pensaría en prescindir de eso, me parece que es un lugar necesario para mí, para mi salud mental, para este lugar y para el equipo [risas].
¿A qué le tiene miedo?
¿A qué le tengo miedo? [piensa] Lo que me genera un miedo que no puedo superar es cualquier situación que afecte la salud de mis hijos. Eso es un miedo como mamá, que todavía no pude elaborar.
Dos de ellos son adolescentes…
Sí, tienen 17, 15 y 10.
Está viviendo las mismas preocupaciones de todas las madres bonaerenses cuando sus hijos salen.
Sí, más allá de que Camila, María José y Pedro tienen medidas de seguridad adicionales, que otros chicos no tienen, por las razones que son públicamente conocidas y porque están expuestos a otros riesgos, aun así tengo la misma preocupación de consumo de alcohol, de exposición a las nuevas tecnologías. Me preocupan las mismas cosas que le preocupan a cualquier otra mamá: las personas que los puedan contactar en Facebook, el bullying. Todo eso que le pasa a cualquier mamá con un hijo adolescente.
¿Cuánto hay de Heidi y cuánto hay de aquella mujer enojada ante Diego Brancatelli en su personalidad?
La de Brancatelli soy yo enojada [carcajada]. Yo creo que Heidi es una distorsión de no haber perdido mi feminidad. Yo no creo que para ejercer el poder uno tenga que, si es mujer, masculinizarse.
Jaime Durán Barba dice que suele ocurrir eso.
Sí, Jaime lo dice, pero no es una cosa prefijada. Con Brancatelli me salió, nunca pensé que haya que levantar la voz para tener razón o para demostrar firmeza, no hay que ser un macho del conurbano para poder sostenerse en una posición. Me parece que la firmeza tiene más que ver más con la consistencia, con la coherencia entre lo que decís y lo que hacés, y con tus valores, que con las demostraciones físicas o lo gritos. No sé si eso es ser Heidi, yo creo en ser uno mismo, no creo en los personajes. Los personajes a los primeros que perjudican son a quien los construye porque después se vuelven una carga muy pesada de sostener. Lo primero que le dije a Jaime el día que lo conocí, cuando me tocó la primera campaña con Mauricio, fue: yo quiero ser quien soy yo, yo no quiero convertirme en un personaje.
¿Qué siente cuando la ve a Cristina Kirchner?
Siento que es el pasado, eso siento. Siento que fue un ciclo que ya se cumplió, que todavía representa a un sector de los bonaerenses, pero que ya se cumplió.
¿Y cuando la ve a Elisa Carrió?
Yo la admiro a Lilita, admiro su valentía, admiro su lucha. Es también una persona que le ha puesto el cuerpo a la Argentina, muchos años, y muchas veces en soledad, y eso yo lo reconozco enormemente, también porque se lo reconozco a las mujeres en general. A Gabriela [Michetti], a Lilita. Yo siempre digo que las mujeres que crecen y que desafían lugares que por lo general estaban reservados a los hombres, dejan una huella que hace que las que seguimos atrás caminemos más fácil. Nuestra responsabilidad, y parte de la mía también lo es, es dejarles una huella más fácil para las mujeres que vienen atrás. Yo quiero que para mis hijas sea más fácil que para mí, y que para mis nietas, sea más fácil que para mis hijas. Y veo que Lilita, Gabriela, Graciela Fernández Meijide, y podría nombrar a otras mujeres que admiro de la política, han dejado una huella que hizo que para nosotras fuera más fácil caminar.
¿Existe una agenda de género en su gestión?
Creo que se da, se da naturalmente. Primero hay una política de género en la provincia, que antes no había. Para empezar, hay un teléfono que funciona, una línea telefónica que atiende las 24 horas. Ya no hay más dos líneas de teléfono, ahora somos un solo equipo, y lo atienden operadoras de la provincia, todos los días las 24 horas, que es el 144. Hay una red de refugios, por primera vez invertimos en los refugios de la provincia y abrimos nuevos. Hay también capacitación a las Comisarías de la Mujer, que son los lugares que están presentes en todo el territorio, para que a ninguna mujer le digan que no cuando quiere denunciar. Empezamos a capacitar a las comisarías para que tomen las denuncias y, al igual que el sistema que tenemos de denuncia online para narcotráfico y corrupción policial, va a salir dentro de poco la posibilidad de que la mujer también pueda realizar su denuncia online por violencia de género. Siento que hay un montón de avances. También estamos desarrollando un proyecto sobre mujeres adolescentes que desaparecen, que es un problema en la provincia de Buenos Aires. Muchas vuelven a aparecer, muchas son víctimas de violencia de género y aparecen víctimas de un asesinato, o de un abuso, o de una violación. Estamos desarrollando un programa específico para entender dónde está el problema y, analizando los casos de los últimos años, ver cómo podemos mejorar, cómo podemos llegar antes, antes de que pase, cómo prevenir. Así que sí, naturalmente hay una agenda de género que antes no estaba y que se va imponiendo porque, además, yo tengo mucho compromiso con los temas sociales.
¿Y el aborto? ¿Es un debate que se tiene que dar o piensa, como dijo Cristina, que la sociedad aún no está preparada?
Yo creo que la sociedad está preparada. También es cierto que mi posición es pública y clara, yo estoy en contra, pero que yo esté en contra no quiere decir que no se deba debatir.
¿Por qué hay tan pocas mujeres en su mesa chica de toma de decisiones?
Se las llevaron a todas Horacio [Rodríguez Larreta] y Mauricio [risas]. Yo tenía un equipo con mayoría de mujeres, ahora estoy tratando de promover nuevas. Carolina [Stanley], Guadalupe [Tagliaferri], Soledad Acuña, podría nombrar a muchas que crecieron y está muy bien que lo hagan y hoy forman parte de los equipos de Ciudad y Nación, pero yo también tengo a grandes mujeres en mi equipo, todavía no en las primeras líneas, pero preparándonos para eso. Que se preparen, varones, porque las mujeres están creciendo.
¿Se considera feminista?
No, no me considero. Me considero una persona que defiende los derechos, los derechos de todos, de las mujeres, de los que siempre se quedaron atrás, de los chicos, de los que menos tienen. La sociedad no es pareja en la distribución. A pesar de que todos tenemos los mismos derechos, no se cumplen igual para todos. Y sí me considero una promotora de la igualdad de oportunidades y así creo que tenemos que estar.
Usted es muy devota de la Virgen [en sus despachos hay varias figuras religiosas].
Yo soy devota de Fátima, pero la verdad es que, en general, la Virgen ha sido un sostén muy importante en mi vida. La Virgen de la Misericordia, que es la Virgen de mi escuela, y que me ha acompañado. Se generó un vínculo con la gente desde la fe, tampoco buscado, que se fue construyendo tal vez porque enfrentaba a adversarios muy poderosos en algunos casos, y que representan el mal para muchos bonaerenses. Pero bueno, contra el mal mucha gente a lo mejor pensó que me podía acompañar con rosarios, con una Virgen, y yo las tengo presentes. Allá tengo a la de Luján [señala su escritorio], me acompaña, y yo tengo mucha fe. La fe también ha sido mi sostén en estos dos años, en situaciones difíciles. Saber que todo esto tiene una explicación, no sólo porque nosotros hacemos, sino que tiene un sentido trascendente, a mí me ha sostenido mucho en estos dos años, sobre todo para atravesar momentos duros.
Dijo varias veces que no se propone ser presidenta, pero si tiene la posibilidad de proyectar el futuro, ¿cómo le gustaría ser recordada?
A mí no me importa mucho pasar a los libros de historia, pero sí me importa poder decirles a mis nietos que hice mi parte: esa es mi principal aspiración. No soy muy ambiciosa, no espero que la gente me recuerde, sino más bien que mis afectos más cercanos, mis hijos, mis nietos en un futuro, sepan que yo puse lo mejor de mí, y que pueda ser un ejemplo para ellos. Como lo fueron mis abuelos y mis padres para mí, que no están en ningún libro, que nadie los conoce, pero han sido ejemplos en mi vida. Mis abuelos inmigrantes, mi padre que con 68 años sigue trabajando de médico, mi madre que también desafió a las convenciones de su tiempo trabajando cuando no había muchas madres que trabajaran. A veces veo monumentos, centros culturales, calles. Todo eso me parece efímero, todo eso pasa. No busco la gloria o el bronce, me interesa quedar en la memoria de los que quiero como alguien que hizo lo que tenía que hacer.
En los tiempos modernos nadie llegó a la Presidencia soltero. Quizá aún no le interesa llegar a la Presidencia, pero, ¿se casaría de nuevo?
[Carcajada] Uh, no sé, no sé. La verdad es que no lo sé. Hoy no me imagino así, pero bueno, no hace tanto que me divorcié, hace poco tiempo… Y también el hecho de no estar de novia hace que se me haga difícil pensar en lo siguiente. Me parece que sólo el tiempo lo va a ir diciendo, y que aparezca la persona. Pero eso no se puede planificar, eso pasa o no pasa y, si tiene que pasar, va a pasar.
Fuente: La Nación
– Jornada