Aumenta la demanda de personas que quieren vender productos en ferias

El 70 por ciento de los vendedores son hombres, jefes de hogar, para los que esta actividad es el único sustento. En Rosario hay unas 20 ferias populares

Hace tres años, Norberto Ramos tomó los moldes, máquinas y hormas que le dieron como parte de pago de la indemnización y se largó a producir «Alpargatas Hudson», con las que recorre seis ferias de la economía social de la ciudad por semana junto con Gabriela, su mujer. No se imaginó que a los 56 años tendría que comenzar con un emprendimiento para «poder subsistir».

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Por la mañana expone los productos en las ferias y por las tardes en el taller de la cortada Hudson, en el corazón de barrio Belgrano, donde vive desde que nació. «Los miércoles son mi franco», detalló sobre su recorrida, que a veces incluye otras localidades del sur provincial y su fanatismo por el rock desde que hace 44 años armó la banda Oasis —»que vengan los hermanos Gallagher a las Cuatro Plazas para ver de quién es el nombre», bromeó.

Podría decirse que Norberto podría integra la nueva y creciente camada emergente de jefes de hogar que se reconvierten en «emprendedores» buscando una salida laboral en ferias y redes sociales. Todos los consultados que arrancaron como feriantes dos décadas atrás coinciden en comparar la situación actual con lo que ocurrió a fines de los 90.

«La diferencia de lo que ocurrió en el 2001 es que en esa etapa la mayoría eran mujeres las que se presentaban para tratar de completar los ingresos familiares, ahora el 70 por ciento son varones de mediana edad que son jefes de familia y ese es su único sustento», señaló de secretario de Economía Social del municipio, Nicolás Gianelloni, y apuntó que aumentó 30 por ciento la demanda este año de personas que pretenden ingresar en las ferias para ofrecer productos.

Esa demanda se extiende a las ferias denominadas populares, unas 20 distribuidas en la ciudad. Allí el trueque no volvió como ocurre en otras provincias. «Son intercambios muy puntuales», dijeron los feriantes consultados. Aunque algunos admitieron que «está volviendo» frente a la escasez de dinero circulante.

Allí se puede ver de todo. Gente que lleva un mueble que no utiliza más, ropa usada, pero lo que crece es el rubro alimentación, donde las tortas caseras pierden espacio frente a productos que llegan de fábricas. Los espacios para los puestos se reducen cada vez más por la superpoblación que se producen en las ferias.

Pocas ventas

Crece la oferta, pero la venta se derrumbó. Todos los feriantes coincidieron en señalar que las ventas cayeron 40 por ciento esta primera mitad de 2017, en promedio, respecto del primer semestre del año pasado.

Por este y otros argumentos, las ferias de la economía social se proyectaron aumentar de 600 el año pasado a 700 en 2017, explicó Gianelloni, como fórmula para que los 2.500 «emprendedores» puedan compensar de algún modo la caída de las ventas. Incrementaron fundamentalmente las ferias denominadas «itinerantes».

Algunos feriantes también están enojados con el sector mayorista. Aseguraron que varios desembarcan cada fin de semana con precios contra los que se les hace difícil competir. «No estamos en contra de que las personas traten de ganar dinero para subsistir, pero que las grandes cadenas traigan mercadería directamente acá nos mata», dijo Ariel Coronel, que se dedica a la panificación y es coordinador de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), una organización cercana al Papa Francisco, que reconoció que la «situación se está complicando».

Según referentes de distintas ferias y estimaciones oficiales, en Rosario hay actualmente entre 3.000 y 4.000 familias que ponen sus puestos en alguno de los veinte mercados informales que se fueron consolidando por la ciudad.

«La mayoría de nosotros alguna vez tuvo un empleo formal y lo perdió, por eso nos dedicamos a esto», contó Jorge Bustamante, que desde los 90, cuando fue despido de una fábrica de bicicletas, vende en tres ferias barriales (Ludueña, Parque Oeste y Casiano Casas) «para parar la olla» y que intenta, junto con otros referentes de otros espacios, una regulación de estas «actividades económicas» distinta a la actual (ver aparte).

La configuración y evolución de las ferias varía, pero sobre todo vuelven a crecer en oferta. En la que funciona en la plaza Homero Manzi, Salvá al 5900, hay 600 puestos autorizados, con un troquel que le otorgó el municipio buscando regular la actividad, pero los puesteros consultados hablan de que los fines de semana llegan a mil las personas que se instalan buscando vender sus productos.

Según describieron, llegan feriantes de localidades vecinas «y en camionetas desde Buenos Aires», huyendo de la malaria que dicen «es peor que acá», explicó un feriante de zona oeste preocupado porque ve que la disputa en la escasez crece en los estratos más deprimidos de la economía informal.

por Marcos Cicchirillo – La Capital