La demora en la radicación de capitales se debe al clima de conflictividad social y a la espera de cambios políticos sostenibles.
Diferentes opiniones de analistas políticos y economistas coinciden en observar la demora en recibir las esperadas inversiones de capitales, destinadas al desarrollo productivo del país, tanto de los proyectos comprometidos a las autoridades nacionales por compañías locales como por firmas extranjeras atraídas por el gran potencial argentino y la previsibilidad que exhibe el Gobierno.
La llegada de capitales para instalar nuevos emprendimientos económicos siempre demanda tiempo en cualquier lugar del mundo por las diferentes complejidades burocráticas, como también las iniciativas de expansión de las empresas locales alargan sus expectativas no obstante las decisiones ya anunciadas.
En nuestro país unos y otros observan con cautela la evolución de los costos internos y la presión impositiva, junto con los conflictos gremiales generadores de un clima hostil asociado a sectores políticos con activistas ideológicos impulsores del caos piquetero. Por otro lado, los inversores desean avanzar en sus proyectos siempre con la tranquilidad que les brinde seguridades jurídicas y cambios políticos que sean sustentables, más si se trata de inversiones de riesgo a largo plazo.
El empresario Michael Rake, presidente del holding inglés BT Group y lazos familiares e inversiones en la Argentina, hizo declaraciones ponderando un nuevo marco inversor, porque señaló que el país está de vuelta en el mundo desde un punto de vista económico, pero lo que la gente quiere ver es que haya una continuación de esta política.
Los inversores quieren saber que el pensamiento cambió sin importar los resultados de las elecciones. Quieren ver que los cambios serán sostenibles y además, quieren ver cómo esos cambios macroeconómicos se reflejan en los detalles: todavía hay mucha burocracia en importaciones y exportaciones, por ejemplo. Y, ante todo, la Argentina debe convencer al mundo de que su Justicia es independiente y no está manipulada, como también de que la era de las nacionalizaciones se terminó.
Estas definiciones se pueden traducir como un riesgo político residual que se palpa en el exterior y se acrecienta en tiempos electorales
– Diario De Cuyo