Un arquitecto se opone a detener el crecimiento

COLAPSO URBANO DE SANTA ROSA

Recopilando charlas de los últimos tiempos, (públicas y privadas), pareciera que hay cierta distancia entre las soluciones simples que proponen y ejecutan los ciudadanos, y los problemas grandes que se planean desde la política, donde para cada solución, rápidamente se encuentra un gran problema.
La salida de servicio del acueducto, fue, es y será una condición del mismo. Admitiendo que me excede el juzgar su correcta construcción y/o mantenimiento, lo cierto es que las condiciones climáticas y el paso del tiempo nos privarán, quizá cada vez con más frecuencia, de su ininterrumpido bombeo.
Como vecinos santarroseños solo podemos diagnosticar, opinar y obrar en consecuencia, con los datos de la realidad, la historia y las noticias.
Charlando con el amigo Orlando (conocedor como pocos de las profundidades pampeanas, por su oficio de pocero), fuimos haciendo un camino imaginario de rápida solución para el problema diagnosticado: la falta de agua por salida de servicio del acueducto.
Con la voz pausada que lo caracteriza, con la sapiencia acumulada por la experiencia y la valoración de las simples cosas, me dice como al oído: lo que hay que hacer es promover la colocación de cisternas en todos los domicilios. Si todas las viviendas tuviesen una cisterna en planta baja y de ahí bombearan al tanque de reserva y entre los dos se acumularan entre 1.500 y 2.000 litros, cualquier familia tipo podría, haciendo un uso racional del agua, resistir hasta tres días, (tiempo promedio de interrupción del bombeo del acueducto por roturas y/o mantenimiento).
La memoria me traslada rápidamente a mi infancia sin acueducto, donde la cisterna era la solución doméstica a la escasa presión y cantidad de agua.

Menos presión.
Al encontrarse los tanques receptores de agua de red a nivel del suelo, se reduciría la presión necesaria para abastecimiento, evitando incrementar las pérdidas en la distribución de la red domiciliaria, calculadas por los más optimistas en un 30 por ciento y por los más pesimistas en un 40 por ciento.
La instalación domiciliaria de reserva podría financiarse con préstamos individuales de bajo costo ($ 5.000 a $ 10.000) por domicilio, diversificando y dinamizando la economía local, generando ocupación de mano de obra.
Apelando a la experiencia de pueblos pampeanos que han trabajado en mancomunión, con las cooperativas eléctricas para el cobro de tasas municipales, podríamos imitar esos ejemplos y lograr que entre las autoridades municipales, provinciales, cooperativa y los vecinos, todos juntos, aportar lo que podamos y tener un verano 2017-2018 sin padecer la falta de agua y no exponernos a ser nuevamente involuntarios espectadores de disputas de poder para sacarse lo más rápidamente posible la responsabilidad de encima. Sería una experiencia colectiva movilizadora y participativa, que ayudaría a entender la problemática global del agua potable y la toma de conciencia sobre el uso racional de la misma.

Sensación de fracaso.
En este escenario, quienes sentimos a Santa Rosa como nuestro lugar en el mundo, imaginar la limitación del crecimiento urbano por las dificultades del agua, mientras se dilapida un 30 a 40 por ciento de agua potabilizada que se traslada desde 400 kilómetros es, mínimamente, doloroso. No poder imaginar una ciudad que pueda albergar a nuestros propios hijos es una sensación de fracaso generacional importante y de la cual no me gustaría formar parte.
Por el contrario, prefiero imaginar una ciudad sustentable. Donde el agua que se potabiliza y traslada desde 400 kilómetros sea solo usada para consumo humano y no para inodoros, riego o lavado de automóviles.

Imaginación.
Siguiendo con el ejercicio de imaginación, sueño con un proceso de renovación progresiva del sistema de agua potable, acompañado por una red secundaria que en un futuro asista con agua menos tratada, para otros consumos. En síntesis, ya que es necesario romper las calles para renovar las redes, que se hagan con visión de futuro, evitando un doble gasto de rotura y reparación de calles.
Escapa a mis posibilidades cuantificar la capacidad de personas a las que se puede asistir sanitariamente, si lográramos un uso racional de los recursos, pero no me sorprendería en lo más mínimo que alcance a duplicar la cantidad de habitantes actuales.
Estas líneas escritas en un domingo por llover se transformaron en domingo de lluvia intensa y me imagino con angustia la ciudad en estos momentos y los titulares de mañana. Inevitablemente me viene a la memoria otra charla con mi amigo Orlando, sobre la laguna Don Tomas, su pérdida de capacidad receptora por sedimentación y su relación con el ascenso de las napas freáticas de Santa Rosa. Apelaré a la buena voluntad de la dirección del diario LA ARENA para transmitir mi visión como vecino, en una próxima carta.
*Arquitecto.

Pablo Tueros* – La Arena, La Pampa