Los sectores de los servicios vinculados con el campo, transportes, combustibles e incluso el rubro inmobiliario sufren la caída del histórico “efecto derrame” del agro
CÓRDOBA.- Uno de cada cuatro pesos del PBI argentino es aportado por las cadenas agropecuarias. El tercer año consecutivo de sequía sumado a la baja de precios internacionales hace que las proyecciones más optimistas crean que el Producto caerá 2,5%; están quienes proyectan que puede llegar al 6%. El efecto “derrame” del campo ya se frenó y en el interior se percibe.
El economista Ricardo Delgado, director de Analytica, estima que en un escenario base la caída del PBI será del 2,6% aunque eso dependerá de cómo sigan las restricciones a las importaciones ya que se puede “forzar una recesión aun mayor”. En ese panorama, subraya que la mala cosecha impacta directamente en la economía en general y, en particular, “ya se empezó a sentir en la zona núcleo”.
“Menos empleo, menos consumo de las familias…Hasta en la política impacta -dice-. Una muestra es el reclamo de los tres gobernadores hace unos días por las retenciones”. La referencia es al pedido que hicieron Juan Schiaretti, Omar Perotti y Gustavo Bordet de una baja gradual de las retenciones.
Desde la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (Fada), David Miazzo, analiza el impacto directo que tiene una caída de la producción del 30% del campo: “De cada tres camiones que trabajaron hace un año, ahora serán dos; de cada tres litros de combustibles, dos…Y, de cara a la próxima campaña gruesa, el productor que se descapitalizó difícilmente invierta en maquinaria y es difícil que el arrendatario difícil renueve camiones o tractores. Todos asumen menos riesgos y eso se traduce en menos fertilizantes, menos fitosanitarios, semillas de menor potencial”.
Los impactos indirectos sobre otros sectores se traducen, por ejemplo, en menos ventas de comercio, menos construcción. No habrá excedentes para gastar, refiere Miazzo, que subraya que este es un año “macroeconómicamente muy complejo” aunque, en el caso del campo, tiene el atenuante de que si bien la sequía lleva tres años, los dos anteriores fueron de buenos precios internacionales. “No habrá quiebras ni incumplimientos generalizados de pagos”, sintetiza.
José María Bauzá, presidente de la Cámara Argentina de Inmobiliarias Rurales (CAIR), distingue los efectos de un mal año para el campo entre ventas y arrendamientos. “Las primeras son a 20 o 30 años y nadie deja de invertir por una sequía; sí puede influir en el humor pero no en las inversiones que son para producir y resguardar valor”.
En el caso de los arrendamientos, que son anuales, admite que “cuesta remontar”. La perspectiva es que los precios no subirán en las zonas buenas pero tampoco Bauzá espera que bajen. En las áreas marginales es donde quedaron más golpeados los arrendatarios.
Un trabajo de los economistas Juan Manuel Garzón y Franco Artusso, del Ieral, de la Fundación Mediterránea, estima que en la región extra pampeana, hay una pérdida de rindes superior al 15%/ 20% de los valores normales lo que lleva a una situación de quebranto a productores arrendatarios. La pérdida se acerca al 50%. “Los quebrantos son muy fuertes, del orden de los US$340 por hectárea”, calculan. En esa misma región, productores propietarios, con menores costos, también enfrentan quebrantos con pérdidas de rindes de entre 40%/50%.
En la zona núcleo, productores propietarios pueden conservar números positivos con pérdidas del 50% de la producción, aunque los ajustes de rindes son aún mayores. Quienes arrendaron campos en esa área, pagando altos arrendamientos, “tendrán quebrantos muy fuertes, por caso, de US$576 por hectárea, en un escenario de rindes al 50% de los normales”, indican.
Máquinas y propiedades
En lo que hace a la venta de maquinaria agrícola, Luciana Mengo, titular de la Asociación de Fabricantes de Maquinaria Agrícola y Agrocomponentes de Córdoba y prosecretaria de la Cámara Argentina Fabricantes de Maquinaria Agrícola (Cafma), describe que venían con un ritmo de ventas “prometedor” que se detuvo. “Los productores están desmotivados”, define.
“No deberíamos estar tan pendientes de cuestiones meteorológicas; debemos tener un escenario de financiamiento más estable y constante. Si fuera así la industria no tendría ciclos tan abruptos; las líneas de créditos que hay son de tasas altas y cuando sale alguna propuesta interesante es por tiempo limitado y para una expo”, señala.
En esa línea, subraya que la agroindustria se concentrará: “En cobrar para cumplir con los compromisos financieros que adquirimos todos para ser más competitivos; todos hemos invertido. Queremos cumplir y conservar mano de obra que formamos”.
El transporte de carga estima que realizará 1,5 millones de viajes menos en el país respecto del 2022. Se trata de una situación más grave que la que registraron en pleno conflicto por la resolución 125 de retenciones móviles en 2008. Desde el sector advierten que ni siquiera se puede cumplir con las tarifas orientativas para el movimiento de cereal.
A modo de ejemplo, el gerente de la Cámara de Autotransporte de Cargas Rolando Pérez menciona que en la cuenca lechera de Villa María “el movimiento es mucho menor, ya se nota” y alerta que el problema “excede lo logístico” y será “social” porque los camioneros “esperan la cosecha para pagar deudas, para comprar”.
Desde la Federación de Expendedores de Combustibles, su presidente Gabriel Bornoroni confirma que hay una caída de ventas principalmente en las estaciones de servicio del interior, las más cercanas a la actividad del agro. La contracara es que “no hay necesidad de comprar afuera diésel” por el menor consumo interno.
En Córdoba el sector inmobiliario, desde hace años, recoge inversiones de productores de todo el interior del país. Martín Teicher, vicepresidente de la Cámara de Desarrollistas Urbanos (Ceduc), cuenta que el barrio de Nueva Córdoba -zona de estudiantes universitarios- concentró históricamente el interés de los inversores.
“Está todo frenado; la crisis es mucho más profunda de lo que vemos, el campo mueve la micro y se paró. La expectativa está en que el 2024 será mejor pero hay que ver cómo se llega al año que viene”, apunta.