«Divide et impera». Luis Tonelli cita la frase de Cayo Julio César para analizar los movimientos políticos de Mauricio Macri, que el pasado fin de semana resignó sus ambiciones por un segundo tiempo presidencial y reacomodó el escenario político opositor. «En todos estos meses plenos de un activismo político estuvo midiendo cuánta agua había en la pileta electoral; y más allá de los números que cantaban las encuestas, no quedaba claro que pudiera ganar las PASO de Juntos por el Cambio», señala el politólogo que dirige el centro de estudios “Reconstrucción argentina”, en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.

–En el PRO no hay mucha cultura de competencia interna. ¿Cuánto daño pueden hacerse Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta y cómo imaginás el día después?

–En el radicalismo, la interna es lo que para el peronismo es la conducción. Pero lo cierto es que un parripollo de González Catán tiene una organización más sofisticada que el PRO, que se muestra como una ONG, pero en realidad es un negocio familiar. Me parece que en su dirigencia ha primado la intención de garantizar una continuidad estructural, y no ideológica. Esto obviamente pasa por Horacio Rodríguez Larreta y no por Patricia Bullrich con quién, por lo que se sabe, Macri no tuvo ninguna conversación estratégica. Asimismo, pese a que la mayoría de los cuadros que integran el equipo de Bullrich fueron puestos o al menos autorizados por Macri, el ex presidente no la apoyó en su intención de ser candidata a diputada en las legislativas pasadas. Siendo el PRO un negocio familiar, Patricia Bullrich no es una persona del círculo chico de sus fundadores.

–¿Esta interna tendrá su correlato en cada distrito? ¿Favorece a la UCR en el interior bonaerense?

–Me parece que en el radicalismo definirá a sus candidatos locales en las PASO. De Gaulle se preguntaba irónicamente cómo se podía gobernar un país como Francia, que tenía 246 variedades de quesos. Bueno, los candidatos radicales van a ser más de 246. Pero, podrán darle rienda suelta a su inveterada pasión por las internas, en las PASO correspondientes (si las hay) o bien irán a internas tradicionales.

–Hace meses que se habla, sobre todo en provincia, de una «rebelión radical» que no termina de ocurrir. ¿El corrimiento de Macri puede incidir en ese proceso?

–La última rebelión radical importante fue el cisma implosivo que ocurrió en el 2001. Pero últimamente, todos los que se habían ido han confluido en Juntos por el Cambio. Paradójicamente, el candidato presidencial en la diáspora, Leopoldo Moreau, hoy es un dirigente kirchnerista. Las posibilidades de ganar aumentan considerablemente esa solidaridad, demasiado humana, con quien promete ser el próximo vencedor. La sangre no llega al río cuando puede haber buena pesca. El radicalismo, pese a heredar una construcción desde la sociedad, a diferencia del peronismo que creció desde las estimaciones del poder estatal y corporativo, hoy es un partido de poder. Y por otro lado, existen en la institución mecanismos de salvaguarda y extinción de incendios que funcionan relativamente bien.

–¿Qué posibilidades tienen de terminar de instalarse candidaturas como las de Gustov Posse o Maximiliano Abad? ¿Facundo Manes puede reconvertirse en candidato a gobernador?

–En política la seriedad de una candidatura no depende tanto de cómo se la toma el propio candidato, sino de cómo la aceptan los que tienen poder de vetarla. Paradójicamente, dejando un lugar vacío, Macri ha dado luz verde para que se lo llene, y las candidaturas van a negociarse. O sea, todavía falta que se despliegue el consejo nocturno, que a veces se lo acompaña de insultos en la cantidad necesaria, y alguna volea de cross que rara vez da en el blanco. Un candidato como Facundo Manes, que desde el principio dijo que quería ser Presidente difícilmente se arriesgara a una elección que para la oposición es más difícil ganar que la nacional, como lo es la contienda electoral bonaerense. Pero las consideraciones de cálculo, a veces no son seguidas por los políticos. Hasta los neurólogos pueden dejar de lado la frialdad de una institución médica, agarrar una maza y repartir pasionalmente a diestra y siniestra.

–¿Le conviene a la oposición una candidatura nacional de Kicillof?

–La política argentina tiene dos concentraciones y un rejuntado. Cada una de las concentraciones oscila entre 30 y 40 puntos, y se alinea según una lealtad inquebrantable, a partir del odio hacia el otro. Pero estos modos, en su interior exhiben una configuración “normal”, vale decir que hay más moderados que exaltados. El rejuntado que oscila entre 20 y 30 puntos, y que hoy se reúne alrededor de Milei, lo hace por tener dos odios, uno hacia cada una de las concentraciones típicas de la política argentina. La regla básica de la ciencia política reza que si hay polarización ideológica no hay polarización electoral, porque ahí siempre es negocio instalar una vía intermedia, que puede no ser la ancha avenida del centro, pero si puede ser un camino atestado de indignados. Con todo esto quiero decir que un candidato moderado de un lado le gana a un candidato exaltado del otro. Porque los exaltados tienden a votar con la nariz tapada a un moderado. Pero los moderados, al no odiar tanto, pueden votar positivamente hacia candidaturas alternativas. Es lo que le pasó a Macri y que no lo dejó jugar el segundo tiempo en 2019, que tampoco jugará ahora. Parte del voto que juntó en el 2015 se le dispersó, carancheado por Lavagna, Gomez Centurión, Espert y el ausentismo. Una candidatura de Kicillof favorecería a Horacio Rodríguez Larreta, si es finalmente el candidato por JxC. Y hay moneda en el aire si termina siendo Patricia Bullrich.