La minería en Argentina sólo está en la tapa de los diarios. Mientras el mundo trabaja para abastecer la demanda creciente e inminente de los minerales que se necesitarán para la revolución de la electromovilidad que se avecina y para la transición hacia las energías limpias y no contaminantes que ya tiene una fecha de vencimiento, este país en los últimos años se ha concentrado en ahogar las inversiones y en hacer imposible cualquier emprendimiento por la presión tributaria, por el desdoblamiento cambiario y los variados cepos que están en vigencia.

Tales afirmaciones, que de algún modo encierran un tono catastrófico o tremendista, están advirtiendo del tiempo que ha perdido Argentina para ser parte o acoplarse al concierto de las pocas naciones del planeta que les han sacado provecho a las necesidades de un mundo que irremediablemente cambiará en pocos años, que terminará con las emisiones de carbono y que buscará, obligado por las circunstancias, adaptar sus procesos de desarrollo a un ambiente no sólo más amigable ambientalmente, sino previsible sólo si se lo somete a un nuevo paradigma desconocido, es cierto, pero inevitable.

A pedido de este diario y como material científico para la realización de esta columna diaria, Mario Capello, uno de los integrantes del grupo y ex subsecretario de Desarrollo Minero de la Nación durante el gobierno de Mauricio Macri, no dudó en apuntarle a la mala política minera desplegada por el kirchnerismo para afirmar, sin medias tintas, que se desanimó de forma deliberada la inversión minera en el país por meras cuestiones ideológicas. Salvo el litio, según Capello, que ha operado como un imán para la llegada de inversiones producto del fenomenal aumento de precios que ha tenido este commodity, para todo lo demás no ha existido nada de incentivos, sino todo lo contrario.

Para el caso del litio, no obstante, y pese a las inversiones extras que se están posando en Argentina, de igual forma el país debiese apurar la marcha para aprovechar una ventana de unos 5 años, según calcula Capello, para alcanzar los niveles de desarrollo que ya tienen países que compiten con el nuestro, como Australia, Chile, Brasil, EEUU, México, Canadá, China, entre otros, de acuerdo con lo que ha citado el especialista.

“El kirchnerismo –agrega– en el tema minero no es distinto de lo que es para otras actividades productivas: ahogadas por la presión tributaria, por el asalto a cara descubierta del desdoblamiento cambiario, las retenciones y los cepos, sólo alarga la mecha de un sistema ideológico que socialmente está a punto de estallar”, afirma.

Con ese contexto adverso, lo poco de las inversiones que se mantienen en pie en Argentina, según dice el experto, lo hace “esperando que recuperemos la sensatez”.

Y, sobre Mendoza, el profesional sanjuanino ha dicho que siempre se distinguió “por ser una sociedad que apostó a la producción sin distinciones ideológicas y que logró niveles de desarrollo y bienestar que fueron envidia en la región”. Sin embargo, “el rechazo a aprovechar una inmensa riqueza mineral no encuentra justificación en el sentido común. Es como que la cordillera impidió ver lo que pasa del otro lado. Más fácil ha sido negar los ejemplos de Suecia, Finlandia, Canadá, Australia y otros tantos que nos muestran lo que debemos hacer para dejar de fabricar pobreza. Esto, dicho sin mirarnos tampoco hacia nuestro interior desde el punto de vista moral, marchando entusiasmados, insensibles, frente al sufrimiento de los demás”.

El miembro del Grupo Sarmiento, que también fuera diputado nacional, manifiesta lo que todos ven, no sólo de Mendoza, sino particularmente, de buena parte del país que, teniendo recursos, no los aprovecha, como San Juan, admitió: “La industria minera es una de las mejores vacunas para combatir la pobreza: 193 países más la Unión Europea firmaron el Acuerdo de París, de donde surgió la necesidad la necesidad de cuidar el medioambiente para que el planeta pueda continuar siendo habitable. Y eso no será posible sin minerales. Nadie discute eso hoy en el mundo, los países que los tienen se preparan para producirlos. Se necesitarán para el 2040, en cobre, tanto como necesi-
tamos y consumimos hoy. ¿Seguiremos en contra de la ecología de nuestra casa común y creyéndonos con el derecho de condenar a la indigencia a millones de compatriotas?”, se preguntó-

Fuente: El Sol