El espíritu de competencia que subyace en todo éxito

Desde la Grecia Clásica, las personas y pueblos han podido sacar lo mejor de sí contendiendo civilizadamente su espíritu competitivo y de lucha, en busca de objetivos de superación.

Si se contempla la historia universal como un continuo, se destaca un punto de refulgente luminosidad por su trascendencia. Se trata de la Grecia antigua, que comenzó ya a destellar unos seis siglos antes de Cristo. Fue donde nació la democracia, donde el pensamiento se sistematizó adquiriendo los altos perfiles de la filosofía y la lógica, las ciencias comenzaron a definirse y a estructurar sus fundamentos. El arte, como expresión de los ideales humanos, estableció diversos y perennes paradigmas, e inclusive escuelas. Durante siglos muchos se han preguntado qué es lo que generó tal condensación de talentos, de mentes brillantes, de espíritus elevados, además de un ambiente estimulante para ellos, una comunidad altamente receptiva y sensible a lo que se generaba y proponía. Analizando una de las ideas centrales de aquella fructífera cultura, es posible dar con una pista concreta.

Existió un concepto central en la Grecia clásica, contenido en la palabra «agón». Básicamente significa «contienda, competencia o lucha». El término ha dejado su huella también en el idioma español, en palabras como agonía (lucha entre dos situaciones), en antagonista (el que pugna en contra) o en protagonista (el que se enfrenta a situaciones). Entendían aquellos griegos que las personas y los pueblos debían buscar la superación constantemente, y que ello se conseguía midiéndose con los demás, consigo mismos o con un ideal. Una competencia que entablaban en todos los órdenes. Piénsese que es donde nacen las Olimpíadas, en las que pacíficamente y con entusiasmo contendían unos con otros, provenientes de diversas ciudades. Asimismo aprendían a dialogar (dialéctica) como una forma civilizada de competir con ideas, argumentando con fundamentos y no con saturación sonora. Aquel momento de la historia es también cuando el teatro representa un punto de convergencia para la sociedad. Las obras representadas eran asimismo agonales: disputa entre dos destinos, entre dos ideas. En síntesis, esa vocación por la competencia limpia fue la base de su acelerada e imperecedera evolución en todos los órdenes. Inclusive el económico, que posibilitó todo lo demás.

Con carácter ecuménico, un nuevo mundial de fútbol marca por un tiempo el ritmo de toda actividad. Y ello es posible por el carácter agonal que subyace en las personas. Como ejercicio imaginativo, uno podría figurarse el caso en que los partidos a jugar estuviesen totalmente predeterminados, con los resultados de cada uno decretados con antelación, inclusive designados quienes harían los goles. El atractivo del mundial y del fútbol mismo desaparecerían por completo. También se diluirían el profesionalismo, la eficacia, la excelencia y la expectativa que hoy atrae tantas emociones e inversiones a nivel mundial, que equivalen a prosperidad. Ese carácter agonal es lo que asimismo ha traído el desarrollo inusitado a aquellas economías que en la historia apostaron a esa libre competencia que da lugar a la creatividad y el trabajo apasionado.

– Diario de Cuyo