El edificio inconcluso con pinta de catedral por el que el arquitecto no llegó a cobrar sus honorarios

Está en Recoleta y es un ícono neogótico, por lo que hay gente que aún cree que es religioso. Las torres que nunca se hicieron y un cambio en su destino.

El edificio de la Facultad de Ingeniería, sobre la calle Las Heras, un ícono de la arquitectura porteña que esconde historias y mitos.

Tiene el encanto de los mitos que la atraviesan y amaga una grandilocuencia que no pudo ser. La sede de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires es un ícono neogótico a mitad de camino. Si, una obra inconclusa, a la que le falta su coronamiento y los revestimientos exteriores, pero que aún así se ha convertido en uno de los edificios más imponentes de la Ciudad. Como el Palacio Barolo, es uno de esos lugares que agita fantasías, historias inverosímiles y equívocos varios.

El autor fue el ingeniero y arquitecto uruguayo, luego naturalizado argentino, Arturo Prins. Se la considera como la única construcción neogótica de carácter no religioso en la Ciudad. Y fue encargada a través de un concurso por las autoridades de la Facultad de Derecho. Aún antes de comenzar las obras, Prins advirtió que se trataba de un proyecto oneroso para el momento que atravesaba el país.

La piedra fundamental se colocó en 1909, en 1912 comenzó la obra y en 1925 se inauguró parcialmente; recién en 1948 se transformó en sede de Ingeniería. Los trabajos estuvieron parados al menos dos veces y no sólo quedó a mitad de camino sino que Prins no cobró el total de sus honorarios. Sus herederos fueron a juicio y lograron redimir al autor del edificio recién en los años 60, más de 20 años después de su fallecimiento.

«Originalmente, el edificio iba a ser destinado a la Facultad de Derecho. Prins ganó el concurso y propuso la construcción de un edificio más acorde con aquellos años, un diseño de lenguaje neoclásico. El Consejo Directivo de la Facultad bochó el diseño y Prins terminó reformulando su edificio», contó a Clarín Claudio Rissetto, ingeniero, profesor titular de Construcciones en la Facultad y ex Secretario de Infraestructura cuando se llevó a cabo la restauración de la fachada, en 2013. Experto en este edificio, estudió toda su historia.

Una vista lateral del edificio de la Facultad de Ingeniería, sobre la calle Las Heras, un ícono de la arquitectura porteña. Foto: Rafael Mario Quinteros
Una vista lateral del edificio de la Facultad de Ingeniería, sobre la calle Las Heras, un ícono de la arquitectura porteña. Foto: Rafael Mario Quinteros

Pensada para alojar a los estudiantes de Derecho, en los vitrales y las carpinterías se pueden ver las balanzas que simbolizan a la Justicia. Y el interior tiene un aspecto industrial, una gran hall atravesado por vigas de hierro expuestas. «Por el cuidado de la construcción interior, entendemos que la idea siempre fue que las vigas estuvieran a la vista. Igual que los techos, que son de ladrillo, abovedados y es lo que se usaba en la época», describe Rissetto. La documentación de la obra jamás se encontró. Rissetto entiende que pudo haberse perdido o pudo haber quedado en manos de Prins.

«Y pese a la grandilocuencia exterior y el proyecto original de Prins, el interior es bastante austero. Básicamente revoque y mosaico granítico. Muy diferente, por ejemplo, a la sede de la Facultad ubicada en Paseo Colón, en donde los revestimientos son de mármol y granito», apunta Rissetto.

Definitivamente el Consejo obtuvo lo que quería, que la sede se convirtiera en un faro. En aquellos años los estudios universitarios eran accesibles sólo para una elite y se buscó a través de este edificio mostrar la grandilocuencia de la carrera en un momento en que se consideraba a Argentina un país pujante y en ascenso.

El proyecto original de Prins iba a tener tres torres. Así la creó y la dibujó el ingeniero y arquitecto: «Con una torre central de 120 metros de altura, con un reloj y campanario, y dos torres de 50 metros en los extremos», describen Mirtha Almada y Elsa González Baier. Ambas trabajan en el edificio, en el museo y en la biblioteca. Y muestran las imágenes de una maqueta, la que realizó el ingeniero cuando presentó su proyecto.

Por estas semanas se preparan para ser anfitrionas de dos eventos culturales que permitirán a los vecinos, vecinas y turistas ingresar al edificio: Open House, el 1° y 2 de octubre (para este evento es necesario inscribirse en la web de este festival de arquitectura), y La Noche de Los Museos, que será el 22 de octubre (aún no están definidos los horarios, pero toda la información oficial se publica unas semanas antes en la web de la Ciudad).

Cuentan que muchas veces los turistas ingresan al edificio buscando un altar: «Se quedan desconcertados cuando descubren que no es una iglesia. Los que saben que es la Facultad de Ingeniería entran con el fin de encontrar las respuestas a los mitos y las leyendas que existen».

¿Es verdad que Prins se suicido? ¿Le fallaron los cálculos de las estructuras? ¿El edificio se derrumba si lo revocan? ¿Qué sucedió con las mansardas de madera? ¿Cómo desaparecieron?

El edificio de Prins en plena construcción (circa 1920). La imagen muestra una parte de la mansarda de madera. Debido a la falta de mantenimiento, se degradó y fue retirada. Foto gentileza del Museo de Ciencia y Técnica de la Facultad de Ingeniería de la UBA
El edificio de Prins en plena construcción (circa 1920). La imagen muestra una parte de la mansarda de madera. Debido a la falta de mantenimiento, se degradó y fue retirada. Foto gentileza del Museo de Ciencia y Técnica de la Facultad de Ingeniería de la UBA

«No se suicidó, murió muchos años después de iniciar esta obra, con 62 años», contó Yann Cristal, director del museo de la Facultad. «Hay cierta atracción en la paradoja que supone que un ingeniero y arquitecto haya realizado cálculos errados para un edificio que terminó siendo una de las sedes de Ingeniería. Pero Prins no se equivocó y la fachada inconclusa se dio simplemente por falta de presupuesto», explicó Yann.

Aunque los sótanos no están abiertos al público, allí se pueden ver las bases de este tremendo edificio: Prins sí había calculado el peso de las torres y el revoque exterior.

Y las mansardas, que se pueden ver en fotos antiguas y que se habían colocado para darle un «cierre estético» a ese techo que quedó visualmente cercenado sin sus torres, simplemente debieron ser desmanteladas. Eran de madera y, debido a la falta de mantenimiento, se destruyeron y debieron quitarlas.

Como fue pensado para la Facultad de Derecho, en el edificio de Ingeniería persisten las imágenes que remiten al proyecto original. Foto: Emmanuel Fernández
Como fue pensado para la Facultad de Derecho, en el edificio de Ingeniería persisten las imágenes que remiten al proyecto original. Foto: Emmanuel Fernández

Cuando se realizaron los trabajos de restauración, el equipo liderado por Rissetto trabajó con la idea de mantener la fachada del edificio tal como quedó cuando las obras finalmente se suspendieron. Por supuesto, repararon los problemas que evidenciaba, como la caída de mampostería o el crecimiento de plantas, entre otros.

Su aspecto inconcluso, la oscuridad de su fachada, las ventanas ojivales, los ladrillos a la vista, la historia de desencuentros entre las autoridades universitarias y Prins. La Facultad de Ingeniería tiene todos los elementos necesarios para refrendar lo que es: uno de los íconos patrimoniales de la Ciudad y mito indeleble.

Los estilos gótico y neogótico se perciben en las aberturas del edificio de la Facultad de Ingeniaría.

Qué lo une al Barolo
​Sucede que Prins tuvo colaboradores de lujo para realizar este diseño. Uno de ellos fue Mario Palanti, el arquitecto italiano que poco tiempo después diseñaría y construiría uno de los edificios centrales del patrimonio porteño: el Palacio Barolo.

Virginia Bonicatto es doctora en arquitectura, especialista en historia de la arquitectura, y experta en Palanti. Estudia e Investiga vida y obra del italiano: «Palanti trabajó con un contrato por dos años en el estudio de Arturo Prins y participó del proyecto de la facultad. También junto a otros colaboradores como, por ejemplo, Francisco Gianotti (NdeR: sí, el mismo que luego construyó la Confitería del Molino y la Galería Güemes, entre otras importantes obras)».

«Palanti conocía el repertorio de elementos del gótico y neogótico y, en efecto, el trazo del arquitecto italiano se hace visible al comparar los bosquejos que muestran la fachada e interiores del proyecto para la Facultad con los primeros bocetos que nos revelan, algunos años después, los posibles interiores del Barolo», concluye Bonicatto

Silvia Gómez – Clarín