Pioneros, soñadores e impulsores de las escuelas agrotécnicas

Se cumplen 150 años de la reglamentación de la ley que impulsó Sarmiento para la educación agropecuaria en el nivel secundario

La visión que trajo Sarmiento cuando llegó de los Estados Unidos, su experiencia en las chacras de Chivilcoy, sin duda fueron algunos de los motivos que lo impulsaron a promover la ley Nacional del 30 de setiembre de 1870 y los decretos reglamentarios del 2 de marzo y del 9 de junio de 1871 por el que se creaban los primeros centros de enseñanza agrícola secundaria en nuestro país, bajo la supervisión del Departamento de Enseñanza Agrícola, anexos a los Colegios Nacionales de Tucumán, Salta y Mendoza.

En las primeras ciudades se encontraban instalados en 1872, y el de Mendoza lo estuvo en 1874. Para formular los planes de estudio, sin duda a instancias de Sarmiento, se tuvo en cuenta una ley del Congreso de los Estados Unidos, de julio de 1862 conocida como “Agricultural College Act” y para contratar personal especializado se recurrió a los oficios de Mariano Balcarce, ministro argentino en París.

Como bien lo apunta Juan Carlos Arias Divito en un estudio sobre la escuela de Mendoza, fue necesaria “la formación de granjas o quintas modelos y la adquisición de las herramientas y máquinas más indispensables”.

Las escuelas agrotécnicas cumplieron una destacada labor educativa, creadas desde fines del siglo XIX y comienzos del XX. Propietarios de grandes establecimientos de agropecuarios como don Manuel Nemesio de Uribelarrea, hombre de confianza de Sarmiento que había sido presidente de la Municipalidad porteña durante su presidencia, fundó en 1890 el pueblo que lleva su nombre. Donó los edificios de correos, la estación ferroviaria, el destacamento policial y la iglesia, que puso bajo la advocación de Nuestra Señora de Luján en memoria de su mujer, Manuela Olaguer Feliú, donde ambos están sepultados. Preocupado por la educación de los niños y jóvenes del lugar -muchos de ellos hijos de su personal- fundó dos colegios, uno de varones y otro de mujeres. Uribelarrea, imbuido por la encíclica Rerum Novarum de León XIII de 1891, donó en 1894 la escuela agrotécnica considerada la primera de este tipo, que sirvió para capacitar a numerosos hijos de hombres de campo y de la inmensa masa inmigrante, especialmente italiana, que llegaba a nuestro país. Nos imaginamos la emoción de esos viejos criollos o curtidos labradores del Piamonte al ver egresar a sus hijos con un título de ese colegio hace más de 120 años.

Donaciones
No fue menor la preocupación de doña Concepción Unzué de Casares. En Ferré, partido de Gral. Arenales, creó otra en memoria de su esposo don Carlos M. Casares. Algo semejante hizo la marquesa pontificia Adelia María Harilaos de Olmos, que puso su inmensa fortuna en muchos casos al servicio de la educación, con la condición de la gratuidad y legó 5000 hectáreas de su estancia El Durazno en Río IV, Córdoba, para el establecimiento de la Escuela Agrotécnica “Ambrosio Olmos”, en memoria de su marido. Dejaba igualmente las instalaciones y máquinas de la quesería, usina eléctrica, carros, coches, motores y todo el mobiliario, además de $100.000 para su instalación. Estas instituciones, como muchas otras en distintos sitios del país como la de Venado Tuerto, fruto de la generosidad de Alejandro Estrugamou; la de Mendoza, Misiones, o la misma misión Salesiana en Río Grande, etc., están dirigidas con notable acierto por la Congregación Salesiana de Don Bosco.

El presidente Sarmiento y su ministro Nicolás Avellaneda destacaban hace un siglo y medio que “un país no puede entrar en la vía de los progresos agrícolas, sino cuando se han estudiado científicamente las propiedades del suelo en sus relaciones con las condiciones atmosféricas, y son al mismo tiempo conocidos los poderosos auxilios que con estas artes modernas ayudan al trabajo del hombre, cuando se aplica esta clase de conocimientos, sino que recibirán una organización adecuada”. Establecimientos como los nombrados y otros muchos, han contribuido con creces como anhelaba ese documento “a formar hombres que sean capaces de dirigir las explotaciones agrícolas, porque habrán adquirido la instrucción necesaria”.

Roberto L. Elissalde

Roberto L. Elissalde – LA NACIÓN Campo