Jóvenes emprendedores de la localidad chubutense consiguieron el ansiado reconocimiento oficial por parte del Instituto Nacional de Vitivinicultura.
Chubut entró en el mapa del vino a comienzo de la década de 2000 cuando bodega Weinert plantó en el Hoyo de Epuyén. Hoy, además de Trevelin, tienen viñedos en Paso del Sapo, Capitán Sarmiento -el más grande de la provincia y el más austral del mundo-, mientras despuntan unas hileras en Bahía Bustamante.
La semana pasada se oficializó la noticia: Trevelin, en el departamento de Futaleufú, Chubut, se convirtió en una nueva Indicación Geográfica (IG) para el vino Argentino. En pocas palabras, ese rincón del oeste patagónico enmarcado por Los Andes puede ocupar ahora un lugar destacado en las etiquetas de vino.
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Visto en esa escala, parece un logro modesto. Pero para los viticultores de la región, que llevan adelante 12 hectáreas de viñedo en un entorno sin comparación dentro del país, el reconocimiento de su pequeño pago es un espaldarazo: para conseguir que el Instituto Nacional de Vitivinicultura entienda a los vinos de una región como distintos y con carácter suficiente para poder llevar nombre propio –de eso se trata una IG– las copas tienen que proponer algo diferente y los argumentos técnicos para sostenerlo tienen que convencer a una comité de expertos.
Marcelo Yagüe, propietario junto a Patricia Ferrari de Casa Yagüe, es el impulsor de la IG. Presentó todo el material al INV y lidió con el comité técnico. «Todo lo que encaramos en la vida lo hicimos con determinación, nada a medias», dice. Pero también confiesa que la batalla burocrática no fue fácil. El 6 de agosto pasado, sin embargo, el Boletín Oficial le dio devolvió con creces su esfuerzo: Trevelin es ya un lugar en el mundo del vino.
Breve historia de una comarca
Sergio Rodríguez fue el primero en plantar una viña en la región a fines de 2010 y comienzos de 2011. Oriundo de Mar del Plata, para tomar la decisión productiva rastreó todos los valores que se podía conseguir, desde registros de lluvia a temperaturas, hasta que finalmente desmontó una loma de rosa mosquetas donde plantó sus primeros Pinot Noir y Gewüztraminer.
«Parecíamos unos locos. La gente de acá dudaba de lo que estábamos haciendo», dice. Razones no le faltaban. Trevelin, ubicado en el paralelo 43º de latitud sur y metido en Los Andes patagónicos, está situado en el valle del Río Grande de Futaleufú que continúa y desemboca en el Pacífico, de cuyas orillas distan 100 kilómetros en línea recta. Es una zona donde llueven hasta 1000 milímetros incluso hiela en enero y en donde el frío marca la pauta.
En 2016 hicieron la primera elaboración de Viñas de Nant y Fall, tomando el nombre de una famosa cascada regional ya que su actividad principal es el turismo receptivo. «Todo el estrés del viñedo, el combate contra las heladas y el poco margen de error que te da la región, se recompensa en la bodega –dice Rodríguez–: acá los vinos tiene varietalidad y terroir».
Para esa fecha ya eran otros dos los productores en la región, los mismo que hoy tienen bodega: Casa Yagüe y Contra Corriente. Marcelo Yagüe se dedica al negocio inmobiliario y su bodega es uno de los motores impulsores de Trevelin: «el perfil de los vinos es muy especial, con un alcohol que ronda los 11º y con una fruta bien diferente que llama mucho la atención», dice.
Desde Contra Corriente, un lodge de pesca con viñedos, la enóloga Sofía Elena, con experiencia en Europa, Chile y Nueva Zelanda, grafica: «cuando vine por primera vez en 2018 lo que me decidió a quedarme fue el frescor de los vinos. Era muy especial. Aquí había fruta y sutileza y buena heterogeneidad de suelos». Y con estilo campechano, define: «acá se pueden hacer vinos copados», se entusiasma.
Con ese perfil para Chardonnay y Pinot Noir, los tres apuestan por las burbujas. A ellos se suma Sauvignon Blanc, donde Yagüe lleva la voz cantante.
La IG y el futuro de Trevelin
A la fecha, además de los tres productores mencionados hay cuatro viñedos más en producción o llegando a ese punto. En total, cubren 12 hectáreas con un promedio de 1,5 hectáreas cada uno. «Pero crecerá –vaticina Marcelo Yagüe con ojo de desarrollador inmobiliario–. Nosotros plantaremos para llegar a unas 7 hectáreas y estoy recibiendo muchas consultas de bodegas mendocinas que tienen interés en conocer mejor la región».
El límite hoy no es ni la tierra ni el entusiasmo, sino el frío. Combatir las heladas en la región es todo el desafío. Sin ir más lejos, en la temporada 2019 tuvieron hasta 30 episodios de temperaturas bajo cero que combaten con aspersores y congelando el viñedo para protegerlo. Sofía Elena lo pone blanco sobre negro: «es una región marginal y es muy complicado llevar un viñedo acá, pero se puede.»
Así las cosas, Trevelin demanda cuotas iguales de espíritu emprendedourismo, paciencia y tesón. Nada que no acobarde a cualquiera, pero que en el espíritu patagónico es la regla. Por suerte para ellos, los especialistas y el comité técnico del INV reconocieron la diferencia.
Patagonia profunda
Chubut entró en el mapa del vino a comienzo de la década de 2000 cuando bodega Weinert plantó en el Hoyo de Epuyén. Hoy, además de Trevelin, tienen viñedos en Paso del Sapo, Capitán Sarmiento -el más grande de la provincia y el más austral del mundo-, mientras despuntan unas hileras en Bahía Bustamante
Por Joaquín Hidalgo – La Mañana de Neuquén.